La decisión del gobierno dominicano de iniciar relaciones diplomáticas con China y romper los lazos que por 77 años mantuvo con Taiwán, abre grandes oportunidades económicas y políticas para el país, pues conecta a la industria, la producción agrícola y la diplomacia nacional, con un país de mil 400 millones de habitantes, que en bienes y servicios exporta más de 2 mil millones de euros e importa más de mil millones de euros cada año.
Cualquier análisis político, económico e histórico deja claro que la relación con Taiwán era insostenible para República Dominicana, pues además de las donaciones, la solidaridad y el intercambio académico que durante años recibió el país, Taiwán no tiene más que ofrecer.
Así lo revelan los datos del intercambio comercial con cada país: más de mil 500 millones de dólares al año con la República Popular China por 790 millones de dólares con Taiwán. Es evidente que difícilmente se incremente el volumen de intercambio comercial con Taipei y resulta obvio que el intercambio con Pekín se multiplicará. Además, Taiwán está cada vez más aislado, su principal apoyo son países de Centroamérica como Honduras, Nicaragua y Guatemala y ya perdió incluso el reconocimiento de Panamá y Costa Rica, dos de los referentes de esta región. En el caso de Nicaragua, que aún mantiene lazos diplomáticos con Taiwán, el proyecto para la construcción del Canal Interoceánico está en manos de China, lo que demuestra el poder económico de Beijing y su creciente influencia en esa región.
Además, China es miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU con derecho a veto a las resoluciones del organismo y un amplio nivel de influencia en las decisiones que allí se toman.
Reacción inapropiada
La reacción del gobierno taiwanés ha sido, como mínimo, inapropiada: acusar al gobierno dominicano de “venderse” es insultante, aún más tratándose de un país que hasta hace unos días era un importante aliado. Además, el comunicado de la embajada taiwanesa en el país revela que Taipei sospechaba que República Dominicana tomaría esa decisión, por lo que no pueden alegar inocencia, especialmente si ellos mismos refieren los esfuerzos que hicieron para tratar de evitarla, apresurando donaciones e incentivos. Si pretendían salvar la dignidad de su país, ellos mismos terminaron por dañarla.
Por otra parte, la reacción de Washington también ha sido lamentable, especialmente si recordamos que la “Diplomacia del Ping-Pong” de Richard Nixon sacrificó a Taiwán, otorgando el reconocimiento de EE.UU. a China para trazar una alianza comercial con Beijing y debilitar a la Unión Soviética. Esto le dejó a Taiwán solo el apoyo militar y económico estadounidense, condenándole al aislamiento paulatino, que hoy es irreversible.