César Medina, culto periodista y diplomático, sabía -desde que fue diagnosticado con cáncer de hígado-, que sus días por este mundo terrenal estaban contados.
El propio veterano comunicador, que trabajo en forma ininterrumpida en los medios de comunicación por más de
cincuenta años, sabía que su muerte le acechaba.
Lo confesó en un artículo escrito desde su lecho en el Medical Center de Nueva York. Nunca escondió su implacable enfermedad… fue sincero con él mismo y su familia.
Fue el mismo cáncer que les arrancó la vida al insigne líder político José Francisco Peña Gómez. El mismo terrible cáncer que ocasionó las muertes de los destacados artistas Freddy Beras Goico y Luisito Martí. Esa terrible enfermedad no les da tregua a sus enfermos.
Les digo esta opinión: Quedé conmovido – es que, como César Medina, soy un papá que me desvivo por mis seis hijos- cuando leí la proclama del Oscar Medina, hijo de César: “padre nunca me advertiste el dolor que siente un hijo cuando ve morir a su padre”.
Oscar Medina, en el panegírico a su padre, se desbordó al recordar la historia de César. Su historia como profesional en el periodismo, como diplomático y, en especial, como padre ejemplar.
Yo no era del círculo de César Medina. Trabajé varios años en el desaparecido periódico vespertino Ultima Hora, diario en el que el veterano comunicador fue uno de sus fundadores en la década del setenta.
Pero sí le di seguimiento a su labor profesional. Era, como lo calificó el canciller Miguel Vargas, un periodista perspicaz. Y yo agrego: Un periodista ríspido, especialmente cuando escribía sus enjundiosos artículos en Listín Diario.
Lamento no poder verlo en su lecho de enfermo en el Medical Center. Lo revelé en un artículo que escribí en agosto pasado en una de mis estancias en Nueva York.
Porque quería saludarlo, estrechar mi diestra y decirle que sentía mucho su padecimiento al tiempo que esperaba que se sanara para que continuara -como siempre fue su vocación- en el duro batallar del exigente oficio: El periodismo.
César Medina, por ser un periodista que nunca escondió su pensamiento, tuvo muchos adversarios. Enemigos malvados.
Algunos de esos enemigos, inhumanos por demás, no respetan que ya está muerto y no puede defenderse de los dardos venenosos.
Pero César Medina dejó un gran legado. ¡Ya está en su descanso perenne!