Los trujillistas de cuerpo y alma que aún respiran y escriben -cada vez menos, gracias a Dios- tienen el don o la magia de contar la historia, al lado del sátrapa, cual poesía de evasión o, como escribió José Saramago, desde una “autopista” o tren rápido y veloz, pues ninguno osa decir, siquiera, “a mí me nombró el jefe” sino que “Quiso el destino…”. ¡Vaya poesía!
Por igual, esa pléyade de hombres cultos y sabios, se construyó una narrativa: la de la generación “atrapada”; pero Isidro Américo Lugo Herrera (1870-1952) y tantos más los desmienten, ¿o acaso, Américo Lugo y otros, eran ascetas o ágrafos “atrapados”?
Y cuando uno lee un artículo, un libro o ensayo que, dicho sea de paso, ha sido una de las tantas empresas y fábricas de mentiras y falsedades -con algunas excepciones- de esa legión de alcahuetes, se entera que la historia, en sus plumas, es un trapo de arreglos o métrica poética, quizá, para ellos mismos darse la extrema unción sin mediación de curas o meas culpas públicas…
Cierto que también, hubieron, de esos servidores de alto nivel, “atrapados” que ejercieron de salvavidas; pero pocos de ellos hicieron negocios de ese apostolado humanitario y se fueron a la tumba callados y sabiendo, en el hondón de su alma y consciencia, que, quiérase que no, les sirvieron a un vulgar y siniestro asesino-carnicero. A ellos, todo nuestro respeto, porque, a pesar de todo, a nadie perjudicaron más que a ellos mismos por servir a un régimen de sangre y muerte.
Todavía, y es lamentable, Joaquín Balaguer -y otros de menor cuantía- sigue siendo el único trujillista orgánico que, en vida, jamás negó ni adornó su trujillismo confeso -a capa y espada-; pero los demás…, dan náuseas….
Oh, Dios, ¡Cuántas poesías! ¡Cuántos cánticos nostálgicos! ¡Cuántas mentiras y prosas nostálgicas nos quedarán por leer…! Rogamos que sean pocas; y cerremos, de una vez y de portazo, ese simulacro -de nostalgia, embuste y evasión- leyendo a Roberto Cassá, a Frank Moya Pons, a Juan Bosch, a Franklin Franco Pichardo…, entre otros apegados historiadores… (y, por supuesto, seguir abogando por la instauración de una Comisión de la Verdad sobre los Crímenes de la dictadura trujillista y sus secuaces).