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Nuestra Policía tiene la maña de ejecutar a presuntos o reales delincuentes o criminales y nada cambia pese a la mentada reforma de la institución. Es una práctica viciosa y condenada; pero choca especialmente el caso de Gregory Mena, de 28 años, ejecutado por un miembro de una patrulla policial tras una persecución. Mena no era un delincuente o criminal consuetudinario o alguien con un “alto prontuario delictivo” ni nada semejante, sino un ciudadano común que había atropellado -que se sepa accidentalmente- a un motorista, razón por la cual se llamó a la autoridad. En este caso es mucho más indignante e inexplicable que la Policía cometiera la barbaridad de ejecutarle. ¡Dios mío!

Posted in Buen Oficio

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