Nos preocupan muchos signos de degradación social y moral en el país; pero aún atesoramos reservas de dimensión trascendente, que debemos saludar y celebrar. Y una es la celebración del Día de las Madres, con las demostraciones de cariño imperecedero a nuestras sublimes progenitoras. Más allá del consecuente incremento de la actividad comercial, porque inevitablemente el mercado saca su provecho y los negocios buscan hacer su agosto, esta conmemoración hay que apreciarla en su justa dimensión emotiva y emocional. Son rasgos que debemos valorar siempre, en medio de los problemas y urgencias cotidianas. La celebración es mundialmente compartida, pero la efusividad y grandiosidad de la dominicana es absolutamente única.