El equilibrio entre no ser tacaño ni manirroto está en ser frugal. La frugalidad no debe confundirse con tacañería, que se manifiesta en tender a ahorrar hasta el último centavo. Por ejemplo, tener dieta malsana por ser más barata; o comprar ropa que se desgasta fácilmente por baratura o un carro solo por ser el más barato, sin considerar eficiencia de combustible, historial de mantenimiento o durabilidad, lo que podría redundar en altos costos de reparación y combustible. En cambio, frugalidad es usar los recursos prudente y eficientemente, gastar conscientemente, obtener el mayor valor por nuestro dinero, evitar dilapidarlo comprando cosas que no necesitamos. Nota relevante en comienzo de año.