Si definimos la felicidad como un estado de ánimo o emocional pasajero, asociado tanto con nuestro temperamento como con factores u ocurrencias externos, el dicho de que “el dinero no da felicidad” no es cierto.
Sacarnos la lotería nos pondrá felices y mucho; no cabremos en nosotros de dicha. Pero tiempo después nos acostumbraremos a ser ricos, tal como un pobre se adapta a su estado. Nuestro estado psicológico no será muy diferente de lo que era antes de hacernos ricos. El padre de la economía, Adam Smith, escribió hace muchos años: “La mente de cada uno, a la corta o a larga, regresa a su estado de tranquilidad usual”. Así debe entenderse ese famoso dicho. l