Alguien dijo una vez que el dolor, la frustración, la amargura y la ira son como el agua en el techo, buscan su nivel y siempre encuentran una salida. Pero lastimosamente la salida puede ser que produzcan más dolor. Las personas cuando hieren no miden las proporciones de sus palabras ni calculan las consecuencias, lo hacen como una manera de paliar su propio dolor, creen que hiriendo le darán a su prójimo una perspectiva más clara del dolor que internamente los exaspera. Craso error, solo consiguen alejar la solución, propagar el daño y crear distancia. La válvula para liberarlo es el perdón. Guarda tu corazón, el mal que contienes, te tiene, no merma contándolo a otros, te alivia momentáneamente pero te denigra, y al final aquello que no controlas te controla.