Las prácticas corruptas en el sector público, como hemos experimentado a lo largo del tiempo, son variadas. Van desde el simple desfalco (como el que se descubrió cometía el hijo del titular del Banco Agrícola), pasando por licitaciones amañadas o viciadas (una muy común y con que estamos ya familiarizados, caso reciente del Intrant), sobrevaluaciones (esta también muy recurrida) y exigencia de sobornos, hasta inflación de nóminas y nepotismo, igualmente muy usuales (caso del director de Promipyme, destituido, y la directora del Acuario, suspendida). Pareciera que lo hemos visto todo, pero, y aunque ahora es más difícil robar, mientras haya políticos sinvergüenzas cualquier otra nueva modalidad puede sorprendernos.

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