Después que el parque vehicular se ha duplicado en los últimos diez años, tenemos que concluir ahora que la capital en particular y el país en general no aguantan más vehículos. Los tapones son ahora interminables e insufribles. Si uno sale para algún lugar, tiene que reservar mucho más tiempo del que le tomaba antes; además, difícilmente hallará dónde parquearse. Y siguen agregándose vehículos, la gente sigue comprando. Lo que podría verse como señal de progreso se vuelve ahora contra nosotros. La ineficiencia del transporte público hace que, a diferencia de otros países, auto propio sea casi obligación entre nosotros. Pero, qué decir. El país no aguanta más vehículos.