Las protestas y contraprotestas en torno a la crisis en Haití y sus efectos en nuestro país no contribuyen en nada a una salida viable, inteligente y pacífica, que en alguna medida sea compatible para ambas naciones, en cuanto a sus conocidos diferendos.
La inmigración ilegal es fomentada por la forzosa salida de los haitianos en busca de mejor suerte, más la falta de controles en la frontera, gracias a la corrupción que no ha podido ser erradicada por décadas. Las marchas antihaitianas sólo contribuyen a dar fuerza al discurso de odio, racismo y abusos que nos atribuyen algunas ONG pagadas con fondos de algunos organismos internacionales que nada hacen por Haití.