Disminución auditiva no es cuestión sanitaria en el país, que se sepa, y así, habría que investigarnos como rara población “inmune” al ruido, que es causa de sordera al paso del tiempo. Lo tenemos como cultura popular; no hacemos cuenta de su perjuicio. Colmadones tocan música al mayor volumen; iglesias cristianas amplifican sus sermones y cánticos a nivel de ensordecer a todo el vecindario. A motociclistas no les parece anómalo conducir su vehículo haciendo ruido infernal y hay abuso del claxon en el tránsito. Para colmo, las farmacias locales no venden tapones para los oídos, un básico para evitar exponerlos al ruido excesivo. Somos indiferentes en cuanto a contaminación acústica, definitivamente. ¿Por qué no estamos todos sordos?