Desconfiamos unos de otros, la inseguridad norma nuestra vida en sociedad. Así, por autodefensa, nos vemos forzados a discriminar hasta a quien regalar una sonrisa. Conducirnos amigables o simpáticos exclusivamente hacia conocidos o en ambiente conocido, parece lo prudente. Hay quien dice “Ando con cara de machete para que no se metan conmigo”. Por otra parte están los “simpáticos” falsos o utilitarios, esos saludan o se conducen cordiales solo con determinadas personas, en función de conveniencia social. Navidad es tiempo idóneo para ver dar nuestra sonrisa a todos por igual. Quizá hallemos sorpresas inesperadas siendo empáticos por defecto y no por pose. Cambiar este ambiente generalizado de hostilidad y desconfianza del que todos salimos perdiendo, empieza por cambiar dentro de nosotros.