Alfredo López Ariza
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Por: Alfredo López Ariza

La creación de la Dirección de Bomberos dentro del Ministerio de Interior y Policía, anunciada en noviembre de 2024, representa un paso positivo hacia la reforma estructural del sistema de respuesta ante emergencias en la República Dominicana. No obstante, esta medida, aunque valiosa, resulta insuficiente si no se acompaña de una transformación profunda del modelo de financiamiento y organización de los bomberos municipales.

Los bomberos, que constituyen la primera línea de respuesta en cualquier emergencia local, continúan siendo víctimas de una grave crisis financiera que compromete su operatividad, pone en riesgo la vida de su personal y limita su capacidad para proteger a la ciudadanía. El principal obstáculo radica en su dependencia casi absoluta de los recursos de los ayuntamientos, lo que genera desigualdades entre municipios.

En los pueblos más pequeños o con menor capacidad recaudatoria, los bomberos operan con equipos obsoletos, personal insuficiente y estaciones en condiciones precarias. Un ejemplo alarmante de esta deficiencia se observa en Santo Domingo Norte, uno de los municipios más grandes y poblados del país. Con más de 700,000 habitantes, solo cuenta con una unidad para emergencias. Según la National Fire Protection Association, en zonas urbanas debe haber un camión de bomberos por cada 12,000 a 15,000 habitantes. Esto implica que, para un municipio como Santo Domingo Norte, deberían existir entre 47 y 58 camiones. La brecha entre el estándar internacional y la realidad evidencia la falta de recursos, lo que pone en riesgo directo la seguridad de su población.

La tragedia más reciente que evidenció las debilidades del sistema de emergencias en la República Dominicana fue el colapso del techo de la discoteca Jet Set, ocurrido el 8 de abril de 2025, durante un concierto del legendario merenguero Rubby Pérez, quien lamentablemente falleció en el evento. El siniestro dejó 226 fallecidos y al menos 189 heridos, convirtiéndose en uno de los incidentes con víctimas masivas más impactantes en la historia del país. La magnitud del desastre requirió apoyo internacional para las labores de búsqueda y rescate, con brigadas de México, Israel y Puerto Rico que se unieron a los esfuerzos nacionales para remover escombros, rescatar sobrevivientes y recuperar cuerpos.

Por ello, es urgente dotar a la Dirección de Bomberos de una estructura institucional robusta, con presupuesto propio y autonomía operativa, al igual que otras dependencias del Ministerio de Interior y Policía, como la Policía Nacional o la Dirección General de Migración. Solo mediante un esquema centralizado, con distribución equitativa de recursos y estándares operativos unificados, podremos garantizar que todos los dominicanos, sin importar su lugar de residencia, cuenten con un servicio profesional, moderno y eficaz.

Asimismo, no se puede hablar de fortalecer el sistema sin abordar la deuda histórica en cuanto a la formación técnica de los bomberos. Aunque el Decreto 316-06 contempla la creación de una Academia Nacional de Bomberos, han pasado casi dos décadas sin que esta institución vea la luz. Esta omisión priva al país de la capacitación necesaria para formar bomberos con el nivel técnico y profesional que exigen los desafíos actuales.

La República Dominicana necesita con urgencia una legislación integral que formalice la Dirección de Bomberos como un órgano nacional con autoridad reguladora, capacidad operativa y financiamiento sostenible. De lo contrario, seguiremos atrapados en un modelo improvisado, reactivo y altamente vulnerable.

La seguridad ciudadana no puede continuar siendo una responsabilidad dispersa entre municipios con realidades tan dispares. Es hora de que el Estado dominicano asuma la protección contra incendios y emergencias como una prioridad nacional, con visión estratégica, planificación a largo plazo y un compromiso institucional firme. Solo así podremos evitar que tragedias como la del Jet Set se repitan y avanzar hacia un sistema de respuesta verdaderamente a la altura de las necesidades del siglo XXI.

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