Simón Bolívar no es El Libertador, es el Boli. No es de Venezuela, es de Moca, una fértil tierra donde habitan hombres y mujeres valientes, trabajadores y honestos, aunque en todo platanal siempre aparece un racimo en mal estado.
El Boli puede ser culpable o inocente, no sé, la justicia lo determinará. De lo que sí estoy convencido es que cometió un grave error: no se atrevió a decir “no”. Me explico. El Boli está acusado de participar en el ocultamiento del cadáver de Emely Peguero, aquella risueña adolescente que murió estando embarazada.
Nuestro personaje, en los interrogatorios, expresó: “Yo me involucré en esta situación por orden y lealtad personal a Marlin Martínez, tengo una amistad cercana con ella…”. Recordemos que Marlin Martínez es la madre del principal sospechoso de la muerte de Emely. Si el Boli le hubiera respondido “no”, no estaría en la cárcel. El no pronunciar un sencillo “no”, arruinó su vida y posiblemente la de su entorno.
“Si no sabes decir no, no eres libre”. Esa frase fue parte de las palabras que el papa Francisco en abril del año pasado dirigió a miles de jóvenes congregados en el Vaticano. Celebraban el Jubileo de los Adolescentes. En su homilía externó una verdad como un templo: “Muchos os dirán que ser libres significa hacer lo que se quiera; pero en esto se necesita saber decir no”.
¿Cómo estarían las vidas de tantos si hubiesen dicho “sí” o “no” en determinadas circunstancias? En muchos casos hubieran cambiado sustancialmente. Decidir lo correcto debe ser nuestra meta, porque un paso en falso puede destruirnos.
Apartémonos de las malas compañías, pues ellas confunden nuestro juicio, nublan nuestra conciencia y suelen ser nuestra perdición. “Muchachos, nunca lo olviden, una mala ´junta´ los puede hacer fracasar”, nos decía un vecino. Preocupémonos y ocupémonos por andar siempre con las personas apropiadas, aquellas que son optimistas, sabias consejeras, que nos motiven a hacer el bien, que sean útiles y solidarias.
La palabra “no” se pronuncia en apenas un segundo, pero no hacerlo cuando es debido puede costarnos una eternidad.
Aprendamos a decir “no”, que cuando de tentaciones dañinas o propuestas inmorales se trata hasta un “sí” o incluso quedarnos callados es lo que más aprecia el demonio. Vamos, practiquemos, coloquémonos frente al espejo y empecemos a decir: “No, no, no, no y no”. No es complicado, no y no, pero no manifestarlo en el momento adecuado puede resultarnos fatal. El Boli es un buen ejemplo.
Y termino repitiendo lo que dijo el papa Francisco, para que se nos quede grabado en el cerebro: “Si no sabes decir no, no eres libre”.