Las votaciones para elegir el alcalde de la Ciudad de New York habían comenzado temprano en la mañana del 11 de septiembre del 2001. Antes de las 9 a.m., fueron suspendidas. El vuelo 11 del avión 767 de American Airlines había impactado la Torre Norte del World Trade Center a las 8:46 a.m., al que se uniría 17 minutos más tarde, el 175 del 767 de United, impactando la Torre Sur. New York, Estados Unidos y todo el mundo civilizado fueron sacudidos por la devastación de Bin Laden.
El 25 de septiembre, Michael Bloomberg, un exitoso empresario de larga membresía en el Partido Demócrata, y que había decidido correr como candidato a alcalde de NYC por el Partido Republicano, con el apoyo del popular alcalde Ruddy Giuliani, ganó las muy cerradas elecciones con el 50.3% de los votos frente al demócrata Mark Green (47.9%). Bloomberg había tomado la decisión de autofinanciar su campaña, invirtiendo US$73 millones de su propio dinero. El mensaje fundamental de la campaña fue que la Ciudad de New York, luego del ataque terrorista, necesitaba ser gobernada por un alcalde con experiencia administrativa.
Bloomberg realizó un trabajo extraordinario como alcalde. Logró restaurar el vigor a la ciudad para hacerla de nuevo la ciudad más vibrante de Estados Unidos. Por eso, luego de anunciar su decisión de presentarse de nuevo como candidato en las elecciones de noviembre del 2005, se presenta y recibe el 58.4% de los votos, con un margen de casi 20% sobre su más cercano contendiente, el demócrata Fernando Ferrer (39.0%).
Para las elecciones del 2009, Bloomberg tenía impedimento legal para correr de nuevo, pues el Ayuntamiento de la Ciudad de New York (el City Council) había establecido que un alcalde sólo podía ocupar la posición por dos períodos de 4 años cada uno (“term limits”). Sin embargo, así como los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 allanaron el camino de la alcaldía a un empresario experimentado como Bloomberg, otro colapso ocurrido el 15 de septiembre del 2008, el de Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión más grande de Estados Unidos, nubló la economía mundial de incertidumbre. La Gran Recesión comenzaría a afectar al mundo a las pocas semanas de la quiebra de Lehman. Enfrentarla, iba a requerir que la Ciudad fuese gobernada por manos experimentadas, capaces de estimular una rápida salida del gran estancamiento que se avecinaba. No eran tiempos para inventar. Fue eso lo que llevó a Bloomberg a anunciar el 2 de octubre del 2008 que, si el City Council votaba a favor de modificar los “term limits”, él se presentaría de nuevo como candidato a alcalde en las elecciones del 3 de noviembre del 2009. En efecto, con una votación de 29 a favor y 22 en contra, los “term limits” fueron modificados, allanando el camino para que Bloomberg tuviese el derecho de presentarse a servir por un tercer período. Los newyorkinos, al final de cuentas, decidirían libremente lo que preferían. Con un 50.7%, Bloomberg derrotó al demócrata Bill Thompson (46.3%).
El New York Times, al evaluar el trabajo de Bloomberg afirmó que “administró la ciudad eficientemente y, en definitiva, extremadamente bien”, agregando que “su obsesión con la data y la racionalización dejaron a varios sistemas y operaciones innegablemente mejorados”. En adición a la proliferación de líneas para bicicletas, la introducción de un esquema para compartir bicicletas y la reurbanización de grandes franjas de la ciudad, durante sus tres períodos se construyeron 40,000 nuevos edificios.
En el 2016, muchos pensaron que Michael Bloomberg iba a optar por la candidatura presidencial del Partido Demócrata. Decidió respaldar a Hillary Clinton. Los resultados todos los conocemos.
La mayoría de los estados de la Unión, optaron por los planteamientos nacionalistas, restauradores y de derecha del empresario Donald Trump, en tiempos donde acercarse a la geografía del centro pareció guardar distancia con la moda. Incluso en el Partido Demócrata, Hillary tuvo que batallar duramente hasta el final para derrotar al socialista liberal Bernie Sanders.
Todas las miradas están puestas en la candidatura que llevarán los demócratas en el 2020. Muchos en ese partido consideran que la mejor opción que tienen para retornar a la Casa Blanca, es presentando al electorado una candidatura que encarne con pasión las posiciones liberales extremas. Entienden que el nicho más simpatizante con ese discurso es el de los millennials. ¿Bernie Sanders? ¿Elizabeth Warren? ¿Cory Booker? ¿Beto O’Rourke? ¿Kamala Harris? ¿Joe Biden? ¿O quizás la joven Alexandria Ocasio-Cortez?
No está claro que la estrategia de presentar al electorado estadounidense una opción diametralmente opuesta a la representada por Trump, sea la que aseguraría el triunfo de los demócratas en el 2020. El mundo está girando a la derecha y al centro-derecha. No parece que la mayoría de los estados de la Unión acoge favorablemente las recientes declaraciones de Bernie sobre Venezuela y que, implícitamente, favorecen a Maduro vis-a-vis Guaidó. Tampoco la propuesta radical de Ocasio-Cortez de establecer, contrario a la tendencia mundial prevaleciente, un impuesto marginal máximo sobre la renta de hasta el 70%. O la de Elizabeth Warren de crear un impuesto a la riqueza que comenzaría a gravar a los norteamericanos con una riqueza superior a los US$50 millones con una tasa de 2%, la cual subiría a 3% cuando la riqueza sobrepase los US$1,000 millones. En otras palabras, sustituir la filantropía privada por la que aspirarían realizar políticos socialistas con dinero ajeno.
Bloomberg, Gates, Buffet, Ellison, Zuckerberg, Icahn, Allen, Dalio y Musk, junto a otros 178 billonarios y millonarios estadounidenses y del mundo, se han comprometido bajo la campaña “The Giving Pledge” a donar US$365 billones de los US$736 billones de su riqueza, para ayudar a enfrentar los problemas más serios que enfrenta la humanidad y crear oportunidades para que los más pobres, a través de mejores servicios de salud y educación, puedan progresar. Bloomberg, con una riqueza de US$48,000 millones, ha donado a la fecha más de US$8,000 millones, incluyendo US$1,800 millones a la Universidad de Johns Hopkins para un programa de becas a estudiantes provenientes de familias de bajos niveles de ingresos.
Presentando candidaturas y posiciones radicales contrarias a los que estamos viendo en toda la geografía mundial, no parece ser la estrategia más adecuada para enfrentar exitosamente una eventual candidatura de Donald Trump en el 2020. Es cierto que Estados Unidos luce hoy más dividido que nunca antes en su historia. También es cierto que pocas veces se había manifestado un déficit más serio de bipartidismo constructivo en la economía más grande del mundo. Pero pensar que la necesaria reunificación y el buen bipartidismo son posibles llevando a la Casa Blanca a un demócrata con posiciones de total apertura a los inmigrantes, gravámenes confiscatorios a los que más ingreso y riqueza generan, y de asistencia social financieramente inviable, es una tomadura de pelo.
Para vencer a Donald Trump en el 2020, se va a requerir de mucho sentido común. El Partido Demócrata debe entender que tendrá necesidad de pescar votos en el océano de la centro-derecha que transitoriamente optó por Trump en el 2016, pero que está abierto a escuchar las propuestas sensatas de un candidato con corazón demócrata y cerebro republicano. Un candidato con suficiente calidad moral y probada experiencia administrativa para dirigir la reunificación del pueblo norteamericano, y construir las infraestructuras que necesita el bipartidismo estadounidense para mostrar al mundo que la democracia que idearon los Founding Fathers de la Unión, es un sistema viable para promover la prosperidad y el progreso para todos.
Cuando se observa el panorama, no hay que dar muchas vueltas para concluir que Michael Bloomberg es ese candidato. Algunos podrían indicar que, con 78 años en el 2020, Bloomberg no resultaría atractivo para los millennials. ¿Entonces Bernie, con 79, si lo sería? Presenten a Bloomberg caminando en 5th Ave. junto a una multitud de jóvenes y en spots con mensajes dirigidos a jóvenes como los que él, con su dinero, ha otorgado becas para estudiar en Johns Hopkins, y la discusión termina. ¿Cuál sería la otra ventaja para el Partido Demócrata? Es muy posible que Bloomberg, tal y como hizo las tres veces que corrió en las elecciones de la alcaldía de la Ciudad de New York, decida autofinanciar su campaña, un elemento clave para poder enfrentar con éxito a un presidente en campaña como Trump. ¿Otra ventaja para el Partido Demócrata? Es probable que Bloomberg, por su avanzada edad, decida no correr en el 2024, abriendo el camino a candidatos jóvenes y sensatos que pudiesen surgir en ese partido. Pero no se aceleren. Bloomberg conoce República Dominicana y sabe que un Balaguer ciego y con 88 años, ganó en 1994.