Para comprender plenamente la tesis que anuncia el título de esta entrega, es imprescindible tener en cuenta la rica diversidad étnica y social que conforma la sociedad dominicana, compuesta por cuatro grupos principales que han dejado una huella profunda en la historia y la identidad nacional.
Estos grupos que son los nativos taínos, los afrodescendientes, los blancos adinerados y los blancos pobres traídos como sirvientes por los blancos ricos.
Los taínos: Como los primeros habitantes de la isla, y sus descendientes son la mayor parte de la población, su legado cultural y espiritual es el eje existencial de la sociedad dominicana. su influencia se puede observar en la gastronomía, la música, las tradiciones populares, la conducta jovial y alegre del pueblo y la histórica lucha por la libertad y la igualdad.
Los afrodescendientes: La llegada de africanos para ser esclavizados durante la época colonial marcó profundamente la historia y la cultura dominicana. Su contribución se refleja también en la gastronomía, la música, la danza y las prácticas religiosas, así como en la resistencia y la lucha por la libertad y la igualdad.
Los blancos adinerados: Representan la élite dominante que ha mantenido el control político, económico y social desde la llegada de Cristóbal Colón, con privilegios y oportunidades que han perpetuado la desigualdad y la exclusión en la sociedad.
Los blancos pobres sirvientes: Este grupo, compuesto principalmente por inmigrantes europeos empobrecidos, fue traído como mano de obra para servir a los intereses de los blancos adinerados y para trabajar en las plantaciones y otras industrias. A menudo marginados y explotados, su experiencia ha contribuido a la complejidad de la estructura social dominicana. Y se han distinguido por su integración social y su heroísmo a favor de la causa nacional, a través de la historia.
Al reconocer la presencia y la contribución de estos cuatro grupos fundamentales, podemos comprender mejor la dinámica sociocultural y política de la República Dominicana. La interacción entre estas diferentes identidades étnicas y sociales ha dado forma a la historia y la identidad nacional, y comprender esto es crucial para abordar los desafíos contemporáneos y construir una sociedad más inclusiva y justa para todos los Quisqueyanos-dominicanos.
En la compleja identidad quisqueyana-dominicana, se tejen hilos de una bipolaridad sociopolítica que básicamente refleja los contrastes entre la nobleza espiritual del segmento mayoritario taíno y la conducta depredadora de los conquistadores que, como un cuerpo extraño, sigue haciendo eco a través de sus representantes.
Los taínos, desde la llegada de Cristóbal Colón, fueron etiquetados como “indios claros” e “indios oscuros”. Su legado está impregnado de sus 4 mandamientos existenciales simples pero profundos: no mentir, no robar, no ser vagos y respetar a los mayores. Estos principios, arraigados en una conexión profunda con la tierra y sus tradiciones, constituyen el alma de la nación quisqueyana, rebautizada por los conquistadores como Dominicana.
Por otro lado, los conquistadores europeos trajeron consigo una cosmovisión diametralmente opuesta. Su objetivo principal existencial era buscar y apropiarse de la tierra y del oro, sin importar las consecuencias para los pueblos originarios. Esta mentalidad expansionista y depredadora se ha mantenido vigente a lo largo de la historia dominicana, permeando las estructuras de poder, la psiquis nacional y es la causa del atraso, miseria y subdesarrollo.
Esta dicotomía entre la nobleza espiritual de los taínos y la mentalidad conquistadora y depredadora de los europeos ha dado lugar a una bipolaridad sociopolítica arraigada en la sociedad dominicana hasta el presente.