Este artículo busca pasar balance al desempeño macroeconómico de 2018. Recoge la evidencia oficial sobre el comportamiento de los grandes agregados económicos, los factores que incidieron en ello y discute brevemente sus implicaciones. El término “agregados macroeconómicos” se refiere a la producción (medida por el PIB), el empleo y el desempleo, el nivel general de precios (inflación), el dinero disponible en la economía, las tasas de interés, el balance fiscal y las cuentas externas.
La mayor parte de los datos son provistos por el Banco Central y aunque muchos están disponibles sólo hasta septiembre, se puede decir que su comportamiento hasta ese mes predice con mucha seguridad como terminará cerrando el año.
Crecimiento y empleo
En términos del PIB, el crecimiento está superando todas las expectativas, desde las más optimistas como las del gobierno a inicios de año que predecía una expansión de 5.5%, hasta las menos optimistas que la ubicaban alrededor o algo por debajo de 5%. Con certeza se puede decir que terminará siendo cercano al 6.5%.
Como en los últimos años, el crecimiento es explicado en un 80% por la demanda interna, específicamente el consumo y la inversión. La demanda externa (exportaciones) han jugado un papel mucho más modesto. En términos de los sectores, hasta junio, las actividades que más habían contribuido a la expansión de la producción son la construcción, la industria manufacturera nacional y el comercio, y en menor medida hoteles, bares y restaurantes (que incluye al turismo) y la agropecuaria.
Como resultado de ese crecimiento, el desempleo ampliado en 2018 medido por lo que el Banco Central denomina “Desocupación y fuerza de trabajo potencial” había declinado, hasta septiembre, en 0.9 puntos porcentuales, alcanzando 11.1% del total de la población económicamente activa (PEA). Aunque lentamente, desde 2014 el desempleo ha venido declinado en un contexto de crecimiento alto económico. Sólo en 2015 no se redujo.
Inflación, tipo de cambio y agregados monetarios
Hasta noviembre, la tasa de inflación acumulada a lo largo del año había alcanzado 1.39%. Sólo restando el mes de diciembre, es razonable esperar que la inflación anual no superará el 2%, y se quedará muy por debajo de la meta de 4%.
Para este resultado se combinaron tres cosas. Primero, la caída en los precios del petróleo experimentada desde octubre que ha hecho declinar los precios de los combustibles. Segundo, la contención del tipo de cambio derivada de las intervenciones en el merado que ha hecho el Banco Central usando las reservas internacionales, las cuales se han alimentado de los recursos que han provisto las colocaciones de bonos soberanos en el mercado internacional. En otras palabras, la deuda pública explica en parte la baja inflación y el bajo ritmo de devaluación. Entre junio y octubre, el peso se devaluó en sólo 1% y desde enero en 3.6%.
Tercero, la política monetaria restrictiva que ha venido manteniendo la liquidez a raya. Por ejemplo, en octubre, el medio circulante, uno de los agregados monetarios más conocidos, fue unos 15,500 millones de pesos menos que en junio, y la oferta monetaria ampliada fue más de 4 mil millones más pequeña que en octubre de 2017.
Esa política también se ha hecho con deuda porque para lograrlo, el Banco Central se endeuda con el objetivo de retirar liquidez del mercado. En octubre, la deuda de esa institución alcanzó 559 mil millones de pesos, 78,600 millones más que en diciembre de 2017 y 85,700 millones más que en septiembre de ese año.
Otro resultado de esa política ha sido un incremento en las tasas de interés. En octubre, la tasa de interés activa promedio en el sistema bancario era un 23% más elevada que en diciembre (13.76% comparado con 11.15%) y la pasiva lo era en 43% (7.71% comparada con 5.01%).
Finanzas públicas
Es difícil evaluar las cuentas del gobierno antes de que éste publique el resultado del año completo porque, tradicionalmente, las cifras oficiales mensuales no recogen todos los gastos y compromisos asumidos, y esto es sólo logrado una vez cierra el año. De tal forma que el total de gasto y el déficit acumulado mes a mes suelen estar subestimados.
El Ministerio de Hacienda acaba de publicar nuevas cifras fiscales utilizando el Manual de Estadísticas de Finanzas Públicas 2014 del FMI. Estos datos se acercan más a la realidad percibida que los anteriores por lo que es probable que el uso del nuevo método mejore la calidad de la información. De cualquier forma, estos datos revelan que, hasta octubre, el déficit acumulado había alcanzado algo más de 42 mil millones de pesos (o 1.1% del PIB). Esto es la mitad del déficit autorizado por el presupuesto para todo el año (2.2% del PIB).
Aunque la calidad de los datos haya mejorado y las nuevas cifras sean más precisas, el total de déficit acumulado al décimo mes del año sigue siendo bajo y, sobre esa base, todavía poco se puede decir respecto al ritmo de ejecución del gasto y como terminará en diciembre.
No obstante, los ingresos han crecido, grosso modo, como estaba previsto en el presupuesto, y hasta octubre, los montos de financiamiento y los pagos de deuda no había sobrepasado los límites programados. El cambio relevante fue que el gobierno se endeudó mucho más en el exterior que lo previsto y mucho menos a nivel local.
Ciertamente, los montos previstos implican un aumento neto de la deuda (deuda nueva menos deuda pagada) de cerca de 2 mil millones de dólares, lo que permite sostener el gasto público y el déficit fiscal en niveles similares al año pasado. Esa deuda ha contribuido a mantener el ritmo de crecimiento porque le ha permitido al Estado continuar gastando. Cuando se vea forzado a hacer el ajuste, esa fuente de crecimiento desaparecerá.
Cuentas externas
La suerte sonrió en el frente externo en 2018. La mayor amenaza que se preveía, tanto para el crecimiento como para la estabilidad cambiaria, era la subida de los precios del petróleo porque implicaría destinar un significativo monto de recursos a importar la misma cantidad de petróleo y derivados, restándole recursos a las importaciones necesarias para la producción, la inversión y el consumo.
Hasta septiembre el petróleo subió. Mientras en enero el barril de WTI se colocó en menos de 60 dólares, a inicios de octubre había alcanzado un pico de 75 dólares. Como resultado, la factura petrolera entre enero y septiembre creció en casi 780 millones de dólares respecto al mismo período de 2017. De haberse mantenido, el aumento de la factura pudiese haber alcanzado los mil millones de dólares.
Sin embargo, dos elementos han compensado. Por una parte, desde inicios de ese mes en adelante, el precio declinó considerablemente y en el último trimestre ha habido un alivio significativo. En la última semana se colocó por debajo de 50 dólares. Aunque es muy probable que el precio promedio y la factura petrolera terminen siendo mayores que en 2017, no lo serán en las dimensiones esperadas.
Por otra parte, las exportaciones, los ingresos por turismo y las remesas han aumentado debido al crecimiento de la economía estadounidense. Estados Unidos es destino de cerca de la mitad de nuestras exportaciones, y es origen de más de la mitad de los arribos de turistas y de más de tres cuartas partes de las remesas recibidas. Las exportaciones terminarán creciendo en cerca de mil millones de dólares, los ingresos por turismo en más de 400 millones y las remesas en 600 millones.
Este comportamiento le ha dado una holgura externa inesperada a la economía y le ha permitido crecer por encima de lo previsto, pudiendo financiar cómodamente la aumentada factura petrolera y otras importaciones. Además, con el aumento del endeudamiento externo (en vez del interno) se agenció aún más divisas para vender en el mercado, contener las presiones devaluatorias y facilitar el crecimiento.
En síntesis, en 2018 el crecimiento de la producción estuvo por encima de lo esperado, lo cual ha permitido reducir el desempleo. La inflación se reducirá con respecto a 2017 y terminará por debajo de la meta. Sin embargo, ambos, el alto crecimiento y la baja inflación han sido posibles en buena medida, nueva vez, por el endeudamiento público.
Por fortuna, el petróleo cedió desde octubre, y el crecimiento de la economía estadounidense nos arrastró, ayudándonos con las exportaciones, el turismo y las remesas. Pero ese efecto es temporal, y no se puede contar con eso a largo plazo. La deuda ni el crecimiento estadounidenses son para siempre. Hay que asentar la macroeconomía sobre bases más sólidas.