Entendamos que somos los humanos los que hemos invadido el espacio de la naturaleza, que incluye flora y fauna. Las aves han alterado sus hábitos adecuándose a las circunstancias humanas y en ocasiones, las más, haciéndose víctimas de sus hábitos.
El 2do sábado de mayo y de octubre se celebra el Día Internacional de las Aves Migratorias, establecidos para comprometer a gobiernos y ciudadanos en la desigual lucha por mantener hábitats y condiciones para que esas aves, puedan continuar lo que, por milenios, ha sido su sistema de subsistencia.
Se estima que cerca de 150 especies migran hacia la Isla Hispaniola anualmente. Falta difusión para conseguir concienciación acerca de esas aves de paso.
El Madam Sagá que mencionamos en la primera parte de este artículo, máquina devoradora de arroz en sus cultivos, ha cambiado sus hábitos parcialmente ante la escasez de comida en el territorio haitiano. Hoy abunda en los cielos criollos el año entero con sus hábitos tejedores arrancando con su fuerte pico, ¨tiras¨ de hojas de palmas diversas.
La ciudad y los pueblos de todo el país están llenos de las diversas cigüitas que señala Annabelle Stockton de Dod en su obra Aves de la Republica Dominicana, publicada con el auxilio de su esposo Donald Dod, que bien pudiera reeditarse con fotografías a color, tomadas por muchos entusiastas y colaboradores de la conservación.
Especial mención precisa el perico del Embajador, el perico criollo, Aratinga de La Española (Psittacara chloropterus) como referencia, a los miles de esas bullosas aves verdes, que saturan de sus alborotados graznidos toda el área y mas allá, tienen presencia en la ciudad entera depredando cuanta fruta les llama, compitiendo con la cigua palmera, de similares hábitos fruteros.
Una subespecie habitaba en la Isla La Mona, al oeste de Puerto Rico, extinta desde los alrededores del 1900. La paloma es quizás, la especie más abundante.
La paloma bravía, original de Eurasia y del Norte de África, domesticada por el hombre hace miles de años, generando la paloma doméstica (Columba livia domestica) que en bandadas llena plazas públicas y con su excremento ácido afecta estatuas, edificaciones, vehículos y ¨gente¨.
Tiene una peculiar forma de tomar agua de manera continua, a diferencia de la mayoría de las aves. No duerme en ¨matas¨ si no en cornisas y salientes. Es hospedero de muchos parásitos y por ello de diversas enfermedades.
El buen amigo Juan Guerrero Germosén me señala la introducción de la especie haitiana y la venezolana, que llenan Santiago. Los niños capitaleños no tienen “tirapiedras” como juguetes y se ha creado alguna conciencia de no ¨tumbar¨ pajaritos como diversión.
El cambio de patrón de entretenciones de los pequeños criollos, hacen que el niño urbano no se especialice en el uso del tirapiedras, aunque para el rural sea, arma de reglamento.