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En estos días se ha presentado en el Palacio Nacional un documental con el título de “Trujillismo después de Trujillo”, en el cual se busca dar una respuesta a la conducta autoritaria y conservadora de nuestra sociedad a los sesenta y un años de haber desaparecido la tiranía.
No voy a evaluar la calidad cinematográfica del trabajo, que dejo a los especialistas y críticos del cine, y me limito a referirme al interés de sus autores en indagar las causas de la supervivencia en nuestra democracia de conductas autoritarias y de visiones conservadoras que se observa en las autoridades, dirigencia política, sectores de poder y población en general.
El autoritarismo lo presenciamos a diario en la cultura del “tránquelo” de nuestras fuerzas policiales, en la altanería con que un superior militar trata a un subalterno, en la grosería con que numerosos directores departamentales de la administración central se comportan con sus empleados, en la arrogancia de la voz de mando que usan algunos empleadores para dirigirse a sus subordinados y hasta en la arbitrariedad de las órdenes del capataz con sus compañeros trabajadores. Este rasgo de autoridad imperial está tan impreso en el subconsciente de los dominicanos que los dependientes, sean civiles o militares, llaman a su superior con el calificativo de “jefe”.
El conservadurismo, por su parte, es también atributo típico de la generalidad de nuestra población, y sus manifestaciones las comprobamos a diario en los debates parlamentarios que, a diferencia de lo que sucede en otros países, están desprovistos de connotaciones ideológicas y de desavenencias esenciales, razón por la cual es frecuente que un proyecto de ley sea motivado por legisladores de distintas bancadas. Ese rasgo también lo detectamos en nuestros tribunales, temerosos de declarar inconstitucional una norma que declara a la religión católica como la del Estado, no obstante haberse consagrado en la Constitución la libertad de cultos; en el testigo no creyente obligado a jurar ante el Cristo de los tribunales; o en los constituyentes que en un Estado aconfesional otorgan efectos civiles a los matrimonios religiosos. ejemplos.
Estoy convencido de que la persistencia de esas características en la idiosincrasia de nuestro pueblo tuvo su causa fundamental en los sucesos que se desarrollaron a raíz del ajusticiamiento del tirano. Su régimen no fue derrocado por un movimiento revolucionario; al contrario, las fuerzas conservadoras pretendieron controlarlo y recibir su herencia. Juan Bosch, con su experiencia política y su conocimiento de la sociedad dominicana frustró esos planes, y consciente de que las Fuerzas Armadas eran el único sostén organizado del trujillismo supo neutralizarlas y así ganar las elecciones de diciembre de 1962.
Ya en el poder Bosch trataría de impulsar una agenda progresista, no solo respetando la libertad de sus oponentes y mostrándose tolerante con las ideas que en esos momentos combatían la democracia, sino también haciendo aprobar una Constitución con normas que se apartaban claramente del modelo de una sociedad conservadora, y a tales fines, reconocía sin cortapisas la libertad de conciencia y cultos, confería efectos civiles similares al matrimonio a la unión singular del hombre y la mujer; disponía la igualdad de derechos para hijos legítimos y naturales, prohibía el latifundio y declaraba al trabajo como base de la Nación dominicana.
De haberse mantenido en el poder sus cuatro años la sociedad de hoy hubiera tenido actitudes más en consonancia con la convivencia democrática y las ideas progresistas. En aquellos momentos no había sectores económicos de poder organizados capaces de abortar sus planes. Solo las Fuerzas Armadas podrían hacerlo, y lo hicieron, porque el poder militar norteamericano las convenció de esa decisión, atemorizado por el clima de libertades que se vivía y preocupado de que en el Caribe pudiera ocurrir una segunda Cuba. Bosch hubiera podido complacerlos reprimiendo al comunismo, pero no estaba dispuesto a cejar en sus principios democráticos como hicieron otros gobernantes de la época para mantenerse en el poder.
La historia posterior es conocida. Las fuerzas conservadoras gobernaron durante un largo período en que se fueron desarrollando y consolidando sectores económicos de poder que han terminado por erigirse en clase dominante. Hoy en día es muy difícil para un partido que pretenda aplicar políticas sociales y económicas de avanzada ejecutar su plan sin contratiempos. De hacerlo en campaña ahuyentaría a sus potenciales votantes y de cumplirlo una vez en el gobierno es probable que termine en una crisis.
La prueba de lo que afirmamos es el espectacular crecimiento económico registrado en el país en los últimos años, pero este aún espera una mayor disminución de la pobreza y una mayor inclusión de las clases que componen nuestro tejido social. En el recorrido de ese camino hacia la igualdad el autoritarismo irá retrocediendo porque el clientelismo que lo alimenta irá cediendo y la conducta social mutará a expensas del conservadurismo, lo que ya se percibe en una sociedad que a medida que transcurre el tiempo se aleja de los patronos de conducta de los años 60.