Teniendo en cuenta el importantísimo papel de la educación como herramienta generadora de cambios, es necesario plantearse algunas preguntas que apuntan hacia una reflexión acerca de los fines que esta persigue: ¿Para qué educan las instituciones educativas, para la renta o la ciudadanía? ¿Qué prefieren las familias para sus hijos, rentabilidad económica o formación ciudadana? ¿Cuáles retos y desafíos encaran la educación actualmente?

Según la filósofa estadounidense Martha C. Nussbaum, las respuestas a las dos primeras interrogantes es que, la educación está orientada a la rentabilidad económica, no a la formación de ciudadanos democráticos. Esto deriva en un problema silente, agudo y nocivo, que repercute en las relaciones humanas, la construcción de ciudadanía y exhibición de valores. Este fenómeno es lo que la filósofa, en su libro “Sin fines de lucro” define como “crisis silenciosa”.

Igualmente, Miguel Ángel Rumayor Rodríguez ha expresado su preocupación por esta problemática. En su libro “Ciudadanía y democracia en la educación” deja claramente establecida la necesidad de repensar las formas de concebir la democracia y ciudadanía en la educación.

El caso es que, la educación como sinónimo de ingresos económicos está ganando terreno ante la educación para la ciudadanía y la democracia. Esta situación deja sobre la mesa algunos retos y desafíos que inician por integrar en los cambios curriculares componentes formativos para la convivencia en sociedad. Por ejemplo, sería importante preguntarse: ¿Qué aprenden nuestros estudiantes acerca de educación vial? ¿Qué saben nuestros estudiantes de Derechos Humanos? ¿Qué saben nuestros estudiantes de la Constitución?

La inclusión de respuestas a las preguntas anteriores es una cuestión elemental en la educación, que tendría repercusión importante en la sociedad de cara a la formación ciudadana y democrática.

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