La democracia no puede limitarse a las elecciones de los representantes, hay signos que nos alertan que es tiempo de cambios urgentes. Algunas tragedias mundiales de las últimas décadas:
República Dominicana: cañadas desbordadas y barrios en riberas de ríos, se inundan anualmente. Sobrevaluación en obras públicas, y tecnología obsoleta (Termoeléctrica Punta Catalina), que pagarán varias generaciones. Europa: entre los años 2000 y 2018 se anegaron en total 2,23 millones de kms2, equivalente a la superficie de Alemania, Francia, Italia, Reino Unido e Iberia. Las inundaciones afectaron entre 255 y 290 millones de personas y olpearon la vida de entre 58 y 86 millones.
Buenos Aires: Inundaciones 2012, 2013 involucran humedales urbanizados. Derrumbe de edificio en Mitre, 2011. Accidentes de trenes 2011, 2012 y 2013. En New York, 2013, 2015, 2017. En España trianual, 2003, 2006, 2010+. Chile: Accidente minero 2010. Miami: derrumbe del Champlain Towers, 2021. Explosión en Beirut, 2020… Submarinos perdidos, aviones estrellados.
Investigaciones posteriores a hechos trágicos o inviables, dan cuenta de fallos en la gestión pública, de corrupción, falta de mantenimiento o piezas inadecuadas, supervisión técnica cubiertas con sobornos, incumplimiento de procedimientos, etc. ¿Qué moraleja sacamos de estas, (muestras) tragedias?
El ejercicio de la gestión pública, no puede prescindir de la participación activa y protagónica de los principales interesados en que la ciudad funcione lo más perfectamente posible. No basta con demandar cumplimiento de leyes a funcionarios públicos y técnicos.
La inteligencia y el instinto de supervivencia de los habitantes de la ciudad no pueden seguir abandonados ciegamente a la gestión pública. Una muestra de qué tan lejos llega la confianza ciega, recordamos lo relatado por sobrevivientes del Champlain Towers, que escucharon los “cracks” de techos y paredes cediendo… jamás pensaron que su edificio estaba colapsando.