Recientemente en el marco de una asignatura de análisis del discurso impartida a educadores maestrantes, se tomó como objeto de estudio el discurso de diferentes líderes y grupos de profesionales. Dentro de estos últimos, se analizó el discurso de los docentes. Una de las líneas temáticas generalizadas fue “los estudiantes de ahora” y bajo esta denominación subyace un conjunto de situaciones como: desinterés, indisciplina, incumplimiento de normas, intolerancia y no podía faltar el plagio, esta última asociada a las redes, los avances tecnológicos y la inteligencia artificial, caso específico: el Chat GPT.
Semejantes aseveraciones nos podrían hacer correr el riesgo de pensar que estamos inmersos en una crisis académica catastrófica. Pero cuando contrasto la situación que describen con la cantidad de logros que atestiguo a diario en las diferentes Olimpiadas, la celebración de los Modelos de Naciones Unidas y concursos que se promueven desde las escuelas, encuentro que si bien es cierto que hay numerosos problemas de esa naturaleza en el ámbito escolar, no es menos cierto que tenemos una gran población de estudiantes talentosos.
Generalizar las situaciones descritas anteriormente y señalarlas con indiferencia como algo normal, algo contra lo que nada se puede hacer porque son “los estudiantes de ahora” sería promover una actitud sumisa, de derrota y desesperanza en la educación. En este sentido, Amin Maalouf en su libro Identidades Asesinas, citando al historiador Francés Marc Bloch señala: “Los hombres son más hijos de su tiempo que de sus padres” y agrega: “Siempre ha sido así, sin duda, pero nunca lo ha sido tanto como hoy”. El planteamiento del autor resulta iluminador en este contexto, para que sobre estas bases se entienda que como educadores estamos llamados a transformarnos, asimilar los cambios y generar nuevas estrategias, que se adecúen a los desafíos de esta generación, promuevan su interés y les ayude a crecer en valores.