“El objetivo de la educación es la virtud y el deseo de convertirse en un buen ciudadano”.
Platón
Veamos ahora el otro indicador de felicidad importante en los países desarrollados y democráticos: el nivel educativo.
Un estudio realizado en 40 países por Activa Research halló que la educación juega un rol crítico en el estado de felicidad declarado. En ese estudio se demuestra que las personas que no tuvieron acceso a la educación o no finalizaron su enseñanza básica poseían niveles muy bajos de felicidad. Por el contrario, las cifras indican que la declaración de felicidad de quienes habían finalizado estudios de post grado era de 79%, y este porcentaje se reducía en la medida que descendía el nivel de educación, hasta un 42% en el caso de las personas que solamente completaron la educación básica.
Un nivel alto en educación se asocia con una mayor comprensión del mundo y de sí mismo; del sentido de pertenencia y de vida comunitaria. Tienen más recursos para insertarse en el mercado laboral y lograr sus metas; tienen mejor salud física y mental. Desde la felicidad se genera motivación para innovar, trabajar en equipo y sentimiento de confianza que dan como resultado mayor productividad.
Paradójicamente, un informe de Sapien Lab de Estados Unidos reporta que los dominicanos experimentamos un alto nivel de bienestar; nadie puede explicar cómo un país con tantas carencias puede ser feliz. Como dominicanos esto es parte inherente de nuestra cultura: la inconsciencia y la falta de ocupación nos hace mantenernos relajados; el alto índice de desempleo hace que dispongamos de tiempo para el disfrute de la vida personal, familiar y social. Ya sabemos que las grandes aspiraciones y compromisos laborales generan mucho estrés. Pienso que, de ser ciertos estos resultados, debemos verlos como una patología, que como tal hay que estudiar; más bien es un mecanismo de defensa (estrategias psicológicas inconscientes para hacer frente a la realidad). Es una manera de bloquear lo que produce ansiedad e inseguridad.
