La vivencia familiar se basa en la interacción de los padres con sus hijos, la cual determina los roles que cada miembro ejerce para alcanzar metas y objetivos que, de no cumplirse, generan conflictos. La manera en que los miembros manejan sus emociones, cómo brindan afecto, piensan, sienten y realizan acciones para resolver los conflictos, es una experiencia en la intimidad.
Cuando los hijos son educados con seguridad, afecto y haciéndoles sentir que son importantes, manifestarán vínculos fuertes. Por el contrario, cuando se han desarrollado vacíos emocionales y patrones inadecuados en relaciones, como agresividad, abandono, dependencia o maltrato, es muy posible que en relaciones posteriores estos comportamientos se repitan.
La persona carente de vínculos afectivos usualmente termina en relaciones de pareja inadecuadas, como forma inconsciente de transmitir el vacío afectivo que tuvo en la infancia.
Los modelos de relaciones afectivas, por lo regular, se manifiestan iguales, opuestos o con matices similares a los vividos. Si experimentaron problemas de comunicación tendrán dificultad para comunicarse, si fueron maltratados, tendrán miedo al compromiso o al conflicto. En términos generales, las carencias vividas en las relaciones de infancia son determinantes en la tendencia de lo que se quiere suplir cuando elegimos la pareja. Adicionalmente, las otras relaciones que vivimos a lo largo de diferentes etapas de desarrollo aportan experiencias, negativas o positivas, y nos preparan para manejar con madurez los conflictos. Todas son oportunidades de aprendizaje que, manejadas de forma consciente, aportan la experiencia para no caer en los mismos errores.
De ahí la importancia de establecer lazos en donde podamos expresarnos de la forma más sincera posible. Lo que facilita entender el tipo de vínculo que se establece y ser conscientes al momento de manejar las relaciones, la forma de expresar las emociones y sobre todo, la asertividad en una vinculación plena de inteligencia, alegría y amor.