La democracia en la actualidad está bajo ataque, tanto desde gobiernos y grupos de extrema izquierda, como gobiernos y liderazgos de extrema derecha. Por supuesto, esa topología política siempre ha sido más de discursos que de realizaciones concretas. Podemos decir entonces que la democracia en la actualidad tiene a muchos enemigos con agendas autoritarias, chovinistas y segregacionistas.
Las redes sociales son una de las herramientas más utilizadas por los predicadores del odio y la marginación de otros humanos, valiéndose de mentiras (los llamados bulos) y estimulando las emociones y las vísceras, en lugar de las razones y los argumentos. En la medida que millones y millones de personas son presas fáciles de lo que se dice en las redes sociales, más se reduce la participación política de las sociedades en función de sus intereses reales.
La democracia demanda un compromiso con la verdad, por un lado, y con el reconocimiento de la humanidad como criterio universal. Esos dos criterios son los que están bajo mayor ataque por grupos que estimulan los tribalismos chovinistas, la misoginia, el racismo, la xenofobia y la aporofobia. En la medida que la democracia pierde terreno ganan fuerza las confrontaciones bélicas, las guerras civiles, la miseria y la destrucción del estado de derecho y bienestar.
Para reforzar la democracia se necesita un mayor esfuerzo en la educación de calidad con carácter universal y la integración de los diversos grupos humanos en el diálogo y búsqueda de solución a los problemas sociales. El pensamiento crítico, que debe estar en la base de una educación de calidad, debe enfatizarse para evitar que el sentido común ideologizado -predominante en las redes sociales- pueda engatusar a los jóvenes y adultos.
El vínculo entre democracia y ética pasa esencialmente por la educación y la participación de las comunidades. Se le opone la recepción pasiva de mentiras con el único objetivo de generar odio contra diversos tipos de personas.