Parece contradictorio que hoy cuando el pensamiento y el accionar humano han evolucionado de forma vertiginosa y que, gracias al acceso al cibermundo, tenemos ciudadanía virtual, las personas releguen su derecho a la protesta. Y aun teniendo razones para hacer de ella su bandera, se limiten a aceptar promesas desde las esferas del poder, que difícilmente se vuelven realidad.

Cuando los héroes del pasado defendieron nuestros derechos, reclamaron, protestaron y desafiaron regímenes con acciones subversivas. Ellos enseñaron, a precio de sangre, que las protestas deben tener cuerpo, alma y cabeza y estar dispuestos a levantar la voz al precio de que la intenten silenciar. En la historia de los países latinoamericanos, los rostros del heroísmo resplandecerán sin duda, ninguno de los héroes de verdad del ayer le puso precio a su conciencia, ni cambiaron por lujos sus argumentos.

Hoy día cuando los medios son tan diversos para levantar la voz, la creatividad y la inventiva para protestar se frenan, quizás por falta de conciencia y compromiso social, o tal vez por el temor a caer en el ojo del huracán. Hoy no se protesta por miedo a la exclusión, por no perder el favor y la aceptación de los dueños del mundo ancho y ajeno de Ciro Alegría, un mundo que por tiempos incluye nuevos habitantes para que se hagan millonarios a costa de miles que caen en el hoyo sin fondo de la miseria, hasta que este se los traga sin esperanzas.

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