Al igual que la Democracia, la Integridad nunca es cara. No importa las cantidades que se inviertan si el resultado será una generación que crea en la transparencia, la honestidad, la rendición de cuentas y en ser éticos, porque no se tiene ética, se es ético.
Por mucho tiempo, me he dedicado a leer cada vez y cada vez, las decenas de artículos que se escriben cuando se anuncian los costos de los certámenes electorales, o el financiamiento de organizaciones políticas, dentro del marco de la Ley. ¡Claro, con sus excepciones! Mi conclusión es ¨la Democracia nunca será cara¨.
La Integridad Pública también ha sido definida en términos más amplios como “la alineación consistente y la adhesión a los valores, principios y normas éticos compartidos para mantener y priorizar el interés público sobre los intereses privados en el sector público” (OECD, 2017, pág. 7). Esa definición son pocos los dominicanos que la entenderán porque hemos sido un Estado/Nación que se ha desarrollado con personas que han ejercido la función pública sin el más mínimo prigilio -esta en honor a mamá-. No lo saben porque no lo han visto practicar, nunca han visto una gestión del Estado apegada a principios y cumplimiento de normas. Doña Milagros se ha atrevido y se ha rodeado de los más grandes empoderados de la Integridad, dando a este país la oportunidad de enfrentar ese mal que carcome a los cimientos del servicio público, y eso no tiene precio. Ciento noventa y cinco instituciones estuvieron juntas demostrando al mundo que, con entereza y arrojo, esta sociedad va a cambiar para bien, si no, pregunten a los críticos de la habitación 8378 del Hard Rock, que siempre culminaban diciendo: puede ser costoso, pero no se puede construir patria en ambiente de aprendizaje respirando pobreza.
