Tener conciencia de las emociones requiere desarrollar destrezas para observarlas y las consecuencias que tienen sobre nuestro comportamiento. Poder comprender con claridad la relación entre pensamiento, sentimiento y acción, y cómo el comportamiento relacionado con la emoción repercute en nosotros y en los demás, es signo de madurez.
La autoconciencia de las emociones nos brinda seguridad y, por tanto, confianza y asertividad. Y cuando observemos que la reacción emocional no es tan clara o negativa, podremos hacer cambios adecuados para lograr el propósito.
Como dijimos en artículos anteriores, muchos comportamientos son heredados de nuestros padres y por lealtad y amor hacia ellos, entendemos que es adecuado. Sin embargo, al tener claras nuestras limitaciones, nos protegemos de actuar de forma inconsciente como lo hicieron en muchos casos nuestros padres.
Actuar y reaccionar en forma inconsciente es un caldo de cultivo para desarrollar conflictos a nivel de pareja, familia y relaciones, y nos priva de reconocer las emociones compartidas con la pareja, los hijos y las amistades.
¿Qué hacer para desarrollar la conciencia de nuestras emociones?
- Reconocerlas. Es importante hacer diariamente una revisión de las emociones que tuvimos durante el día.
- Sentirlas. Tenga en cuenta cómo estas emociones se reflejan en su cuerpo. Funcionan como alarmas.
- Revisarlas. Evalúe los pensamientos que le llevaron a esa emoción e identifique el descontrol producto de esa emoción.
- Hacer cambios. Analice qué pensamientos u otras herramientas le podrían ayudar cuando ya hay un conflicto.
Cuando aprendemos a conocernos a nosotros mismos a través de nuestras emociones, podemos ver las expectativas que tenemos de nuestra pareja, de algún miembro de la familia u otras relaciones y evitaremos llegar a conflictos más profundos que representen una ruptura.
Desarrollar habilidades para enfrentar la vida en familia es esencial para poder consolidar la relación de pareja.