Los estudios disponibles definen a la familia como funcional cuando esta provee a sus miembros de las necesidades básicas de economía, educación, las necesidades de ser, dando sentido de pertenencia e identidad, las necesidades de afecto, para relacionarse con seguridad desde el amor y el respeto mutuo y por último y quizás más importante, las necesidades de socialización, ya que les permite relacionarse con los demás, para establecer los valores aceptables para vivir y realizarse en sociedad. Por tanto, una familia funcional proveerá la seguridad para poder desarrollarse bio-psico-socialmente y llegar a ser adultos responsables.
La familia, independientemente de su estructura, debe establecer normas claras para alcanzar la funcionalidad.
Dentro de los tipos de familia que mencionamos en el artículo anterior es importante destacar que los nuevos tipos de familia también deben establecer una ética familiar para funcionar adecuadamente.
Las normas éticas son indispensables para preservar la individualidad de los miembros y su integridad física y psicológica.
Ante esto, nos preguntamos ¿Qué está pasando ahora, que los hijos desde temprana edad desafían a sus padres y a las figuras de autoridad?
El problema radica en que las familias y las relaciones han sufrido transformaciones cada vez más aceleradas y los cambios ameritan profundas revisiones a los paradigmas sociales. Estos cambios no se han establecido en forma adecuada, ya sea por la marcada ambivalencia del ser humano en su conciencia social, que quiere al mismo tiempo disfrutar de la modernidad, manteniendo formas de pensar y patrones de conducta obsoleta o debido a las disfuncionalidades que se han desarrollado ante la cultura y la sociedad.
Es necesario que la familia reflexione sobre su funcionamiento y determine los roles de cada miembro.
Dejamos esta reflexión: ¿Estamos preparando individuos para que puedan enfrentar el futuro con valores éticos adecuados para la sociedad en la que vivimos?