La verdadera “revolución educativa” es el proceso de preparar el inicio de las clases cada año. Surgen los mismos temas, diferentes para cada uno de los protagonistas del proceso. Veamos algunos:
El Ministerio de Educación, que debe garantizar las aulas y los docentes, disponibles y en condiciones óptimas para hacer su trabajo. Atender a las reclamaciones de cupos en las escuelas y cubrir las demandas de los docentes. Para colmo, debe invertir ¿o gastar? mucho dinero en publicaciones solicitándole a los padres que envíen sus hijos a la escuela en la fecha establecida.
Los padres/madres y tutores quejándose del alto costo de los uniformes, libros y materiales que deben comprar para preparar sus hijos y enviarlo ese gran día. La clase media, de los centros privados, también se quejan del alto costo que tienen que pagar de mensualidad; y de la larga lista de libros de textos que cambian cada año, favoreciendo a las editoras. Solicitan al ministerio que intervengan en eso.
Los docentes, de manera permanente solicitan sus nombramientos y aumento salariales. Este año se añaden los problemas propios que generó el concurso de oposición y los temas de los nombrados y los contratados.
Los alumnos. Estos no tienen mucha posibilidad de participación en todo este marullo de preocupaciones y quejas. No toman decisiones de muchas cosas. Se limitan, si lo dejan, a elegir la mochila o la portada de cuaderno que más les gustan; asistir a donde lo lleven, y ojalá que no les toque hacer una larga fila en un show de algún candidato político para regalar una mochila y cuadernos con su cara en la portada. Lo más denigrante que podemos contemplar en los medios de comunicación –porque, además, esta distribución tiene amplia difusión-.
En fin, todos los años lo mismo. Mientras tanto, aguardamos porque los niños aprendan lo que necesitan para la vida, una educación de calidad mínima, aunque debe ser de alta calidad.