El título de este artículo coincide con el de una cápsula informativa transmitida en Instagram por el colega Jairon Severino, quien aprovecha el congestionamiento vehicular de cada mañana para educar y orientar sobre diversos temas de interés, especialmente económicos.
Sin embargo, el tráfico en el Distrito Nacional y la provincia Santo Domingo no se limita a las mañanas: lo que antes se conocía como “horas pico” se ha convertido en una congestión constante que afecta a los ciudadanos durante todo el día y gran parte de la noche.
La situación es insostenible. Las largas horas en el tráfico afectan la salud física y mental de las personas, generan irritación colectiva y aumentan el consumo de combustible. Lo que antes era un trayecto de 15 minutos, ahora puede tomar más de una hora, y roba un tiempo valioso a la vida familiar y profesional.
Salir de casa a las 5:30 de la mañana ya no garantiza evitar el tapón, y regresar después de las 9:00 de la noche sigue siendo un reto en vías como la autopista Duarte, en dirección de ida y vuelta hacia y desde Los Alcarrizos.
El problema va más allá del estrés diario. En situaciones de emergencia –si una persona se enferma en casa, por ejemplo- el tapón se convierte en un enemigo letal.
En esos casos, la opción más segura es llamar al 9-1-1, porque hacerlo en auto propio es un imposible. No quiere decir que las ambulancias están libres de enfrentar dificultades. Pero sí tienen prioridad en el tráfico, lo que aumenta las probabilidades de llegar un poquito más rápido al centro de salud.
Lo que está ocurriendo en la urbe da miedo y peor aún, por lo pronto no se vislumbra que esto cambie. El crecimiento poblacional, la carga de la ciudad y la multiplicación vehicular ocurrieron en las propias narices de quienes tienen que planificar bien, pero no lo hicieron. Lo estamos pagando a un precio bastante elevado.
Para solucionar esta crisis, se necesita más que medidas temporales. Es urgente implementar un plan integral que incluya mejoras en el transporte público, pero ya; ampliación de las vías principales y la descentralización de las actividades económicas. La actual situación afecta no solo a quienes conducen, sino también al desarrollo económico y social de la capital.
Cada minuto perdido en un tapón es un golpe al bienestar colectivo. No podemos seguir atrapados, ni como individuos ni como sociedad. Es hora de tomar acciones que devuelvan la movilidad y la calidad de vida a la ciudad.