Recuerdo que cubrí, como reportero de la sección de Economía del periódico El Caribe, la ronda de negociación del Tratado de Libre Comercio entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos de América (DR-Cafta) celebrada en Santo Domingo, en enero del 2004.
Durante ese proceso uno de los productos más discutido por negociadores y representantes de sectores productivos dominicano, fue el arroz. De eso hace más de 19 años.
Luego de no lograrse que uno de los componentes vitales de la bandera dominicana, como es el arroz, sea excluido de los productos dominicanos a desgravarse, se incluyó con una disminución paulatina del pago de aranceles hasta el 2025, cuando será de 0%. La tasa arancelaria está en 23% y en 2024 bajará a 11.88%
Frente a esa realidad, los productores y autoridades nacionales acordaron iniciar un plan de fortalecimiento y reducción de sus costos, con el propósito de competir con Estados Unidos y países centroamericanos en el 2025, cuando se puede inundar el mercado de arroz importado de Estados Unidos, cuya producción es más eficiente y subsidiada.
Al parecer, las pasadas autoridades y los productores dominicanos descuidaron ese objetivo, porque, aunque la producción nacional de arroz ha crecido en comparación a esa época y ahora es de unos 14 millones de quintales por año, no se ha colocado en el punto de costo para poder competir con Estados Unidos por el mercado nacional.
Este sabor amargo con el arroz debe servirnos como lección aprendida para fortalecer la producción nacional. Hemos perdido competitividad hasta en el mercado nacional a partir del DR-Cafta y otras aperturas de negociaciones internacionales, ya que tenemos balanza comercial negativa con países centroamericanos y sudamericanos, cuyas economías son menos fuertes que la nuestra. Por ejemplo, nuestros supermercados están inundados de dulces colombianos y de otras naciones.
Sabemos que el presidente Luis Abinader y su equipo económico hacen todo lo posible para evitar que los productores nacionales pierdan el mercado criollo del arroz, con las herramientas de las relaciones diplomáticas y las del DR-Cafta.
Sin embargo, creemos que hubo un descuido de los productores y de las pasadas autoridades nacionales, por no tratar de mecanizar, eficientizar y modernizar la producción de arroz, así como establecer subsidios a los equipos e insumos, para que cuando llegara el 2025 pudiéramos competir con el arroz subsidiado de Estados Unidos y de cualquier otro país miembro del DR-Cafta.
Si hubiéramos cumplido con lo acordado; no hubiésemos estado ahora asustados porque el gigante del Norte puede venir a apoderarse del mercado nacional del arroz, con la consiguiente pérdida de más de 250,000 empleos y el aporte de RD$45,000 millones a la economía.