Mi primera visita a Pedernales fue en los años setenta. Llegar allí era una aventura. Después de pasar Barahona, venía un largo trecho y en casi todo el trayecto era carretera difícil. El premio estaba al final: las playas de Cabo Rojo, Bahía de las Águilas, y la pequeña ciudad, tranquila con sus calles en la dirección norte-sur que terminan en el bello paisaje de su playa.
Hijo del Este. Visitante asiduo a los 80 kilómetros de playa que existen desde Punta Cana a Miches, me causó un gran impacto, y quizás algo de envidia, conocer un pequeño pueblo, con una bellísima playa a pocos pasos del parque.
Como ya me había picado el contagioso mosquito del turismo, pensé en las comunidades que calificaban para la lista de ciudades con el privilegio de estar exactamente junto a una playa de arena blanca y oleaje suave que invitaba a entrar en ella. Playas bonitas para disfrutar tenemos docenas en esta media isla, pero ciudades junto a ellas son escasas.
Puerto Plata, pero su playa no llega a la calidad de esta que disfrutaba por primera vez. Sosúa, pero sin la extensión kilométrica de esta y lo más cercano que recordé fue Cabarete. En Samaná: Las Terrenas y Las Galeras, y en La Altagracia: Bayahibe, son comunidades junto al mar, pero sus playas no se acercan a lo que miraban mis ojos. La Romana, San Pedro de Macorís, Boca de Yuma, Miches, Sabana de la Mar, Barahona, Montecristi, Gaspar Hernández y Azua… nada.
En esos años arrancaba Punta Cana, pero lo que es hoy el Distrito Municipal Bávaro-Punta Cana, no se imaginaba. Regresé algunas veces a Pedernales, y ya con más experiencia en turismo, seguía creyendo que el turismo era su oportunidad.
Cuando el entonces presidente Danilo Medina proclamó, en el Palacio del Congreso ante la Asamblea Nacional: “Llegó la hora del Sur”, le tomé la palabra. Hice una encuesta en Pedernales para conocer la opinión de la comunidad y una evaluación ambiental (había una cementera). Habían tenido la experiencia de la minería y del cemento y siguieron en la lista de los más pobres. Querían el turismo. Llevamos en avión a 20 periodistas a conocer Pedernales y a una actividad en la que se presentó por primera vez el proyecto diseñado por el Ministerio de Turismo. Pero no se avanzó.
Cuando Luis Abinader se juramentó en agosto del 2020 y pocos días después fue a Pedernales y prometió convertir el turismo en el motor del desarrollo de lo que llamamos “Sur Profundo”, le tomé la palabra. Ayer, al recibir el primer crucero, con las estructuras de los primeros hoteles en construcción a sus espaldas dijo: “Pedernales, Cabo Rojo es una realidad y el despliegue del Sur es imparable”. Cuando lo escuché pensé para mí: Ahora sí llegó la hora del Sur. Si lo hacemos bien, mis nietos, podrán disfrutar de un Pedernales turístico.
Creo que la experiencia de Punta Cana – Uvero Alto puede replicarse. Con la experiencia que tenemos podemos ahorrarnos errores. Abinader puede hacerlo, porque conoce y entiende lo fundamental de la industria turística.