El interés mediático nuevamente se centra en Haití, tras el ofrecimiento de Kenia de liderar una fuerza multinacional que logre pacificar el país caribeño, asediado por la violencia y la criminalidad que provocan las bandas armadas, que se han repartido el territorio nacional para poder coexistir.

Ha creado expectativas el respaldo de varios países a la iniciativa, entre ellos Estados Unidos, que ocupa actualmente la Presidencia del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde debe dilucidarse y posteriormente aprobarse una resolución al respecto. En los círculos diplomáticos se comenta que el tópico formaría parte de la agenda de este miércoles 23 de agosto, pues el desgaste se haría presente si entra en una etapa de indefinición.

La opinión internacional parece considerar que la única vía para mejorar las condiciones de inseguridad imperantes en el vecino país es una intervención, y para esto es esencial que las potencias logren armonizar sus pareceres con relación a esta posibilidad y asuman el compromiso que se requiere no solo para un aporte de recursos humanos y logístico, sino para evitar que se repitan errores del pasado, que les generaron serios problemas de imagen a las fuerzas interventoras y la animadversión hacia las mismas por parte de algunos sectores haitianos, que han protestado y exigido algún tipo de resarcimiento.

Mientras tanto, trascienden las interrogantes sobre la capacidad de Kenia para gestionar y encabezar un proceso de tantas implicaciones, cuando tiene situaciones cotidianas, incluso de seguridad pública, que afectan su desarrollo. Sin embargo, es oportuno observar a la nación africana como parte de una estrategia multilateral.

No debemos perder de vista que, aunque la inseguridad es el fenómeno más dañino en la actualidad dentro del escenario haitiano, en el mismo hay otros temas que se han postergado, que en su momento cobrarán interés y que por igual propician situaciones desestabilizadoras, como la indefinición del proceso electoral para escoger al Presidente de la República, los senadores y diputados, para llenar el vacío de poder existente.

Las bandas criminales se perfilan como la principal amenaza en Haití y en un riesgo para los demás estados de la región, principalmente para la República Dominicana, por asuntos de proximidad, extensión y porosidad de la frontera.

Los sucesos que se registran con frecuencia en la frontera, como la vulneración de nuestro espacio territorial y las infraestructuras gubernamentales dispuestas por las autoridades nacionales en esa zona, en el marco de las protestas y las turbas que lideran ciudadanos haitianos, son tan solo algunas de las aristas que se desprende de la situación de caos e inseguridad en la frontera dominico-haitiana, donde se requiere redoblar la seguridad con una oportuna labor de inteligencia, recursos humanos y tecnología, en lo que el muro se convierte en una realidad.

Las autoridades políticas dominicanas han promovido un discurso en los foros internacionales, sobre la necesidad de que se tomen decisiones puntuales para solucionar parte de la problemática haitiana, puesto que el interés renovado de la comunidad internacional por lo que acontece en Haití se puede diluir con el tiempo, si las grandes potencias deciden priorizar otros temas en su agenda.

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