La vida es un interregno entre el momento de nacer y el de morir. El pasado y el futuro no existen, sólo el hoy, uno ya transcurrió y el otro ni se sabe, además de que, cuando llega, es presente. No hay quien pueda ser niño, joven o anciano eternamente, las etapas no las marcamos nosotros, aunque quisiéramos resistirnos a su llegada. Ese tránsito terrenal indeterminado en este espacio es el que nos define como individuos y las experiencias de que puede estar lleno es una elección personal que a nadie más atañe, cada quien es dueño de sus decisiones, pero esclavo de sus consecuencias.
El legado que se pretende dejar dependerá de las actuaciones que se hayan realizado de manera voluntaria porque la historia propia será contada, no sólo por las circunstancias que la circundan, sino por cómo estás fueron afrontadas. No se es lo que se puede, se es lo que se quiere porque no es posible ir por la vida pretendiendo ser la víctima y que los demás sean los villanos, como si tratase de una novela mejicana de antaño en que la protagonista era una sufrida a la que se le maltrataba, sin que pudiera evitarlo hasta llegado el capítulo final. El rol no se asigna por un tercero que prepare el guion, el personaje lo asume uno mismo, entre el protagonista dueño de las principales líneas o el actor secundario que apenas aparece en escena.
Atribuir los errores al entorno y hasta a quienes nos procrearon es un acto de total cobardía que se utiliza como justificación, en medio de una sesión de terapia como pretexto de nuestras tribulaciones adultas. Mucha gente frustrada lo atribuye a la crianza que tuvo y sus posibles carencias afectivas, cuando tendría que ser todo lo contrario, esas experiencias traumáticas deberían ser las que nos lleven a otro nivel para conseguir evitar la repetición de esos episodios en contra de los que no han participado en ellos. El ser humano es complejo, pero tiene una enorme capacidad de cambio y de reinventarse cada vez, si es que pone el esfuerzo en lograrlo.
Las fotos duran más y permanecen mayor tiempo entre nosotros que las mismas personas que posaron para tomarlas. Nunca se sabe cuándo se desaparecerá de este mundo, no se tiene el control de la fecha de despedida, de la misma manera en que no incidimos para llegar a él, lo que sí se tiene seguro es cómo se quiere ser recordado, si como quien llegó para hacerlo un mejor lugar para vivir o como alguien a quien a nadie hará falta y todos preferirían olvidar.