El día que estrene el primer auto nuevo que compré, un Renault 12 color canario bellísimo, recibí como regalo un mapa de República Dominicana de esos que usaban las empresas de renta de autos. Como era muy temprano cuando lo recibí en la redacción del diario en que trabajaba como redactor jefe, el torbellino aún no había comenzado.
Me propuse identificar las carreteras marcadas en el mapa que conocía, y descubrí que me faltaban muchos kilómetros por recorrer para cumplir la meta de conocer todas las vías principales de mi media isla. Me propuse hacerlo. Comencé por la carretera del litoral norte que unía a Puerto Plata con Samaná.
Me encantó. Hice dos veces ese recorrido. Pasé por Sosúa, pero nunca me detuve a conocer su playa. Creía que no era importante porque estaba convencido de que las mejores eran las de mi tierra, desde Miches hasta Juanillo, de las que conocía casi cada metro.
Pasó el tiempo y fui a visitar el complejo turístico que se puso de moda: Playa Dorada en Puerto Plata. La primera noche desde mi hotel, mirando hacia el Este, observé una zona iluminada, más allá del aeropuerto y pregunté qué había allí. ¡Sosúa, no la conoces, es un lugar muy especial, ve y querrás quedarte! Me dijo a quién pregunté. Me impresionó la respuesta.
Fui a conocerla. Encontré una comunidad encantadora, con una playa tan hermosa como las de mi tierra, “parecida a las mías”, pensé; pero mejor porque si vivera en esta atractiva y pequeña ciudad, podría llegar a ella caminando y disfrutarla. La puse en mi agenda. Después también conocí a Cabarete. Con Sosúa y Cabarete fue amor a primera vista, y sin sentir que traicionaba a mi amada tierra.
Fui muchas veces, tantas que perdí la cuenta. A veces pienso que he sido el periodista no puertoplateño, que sin poseer un metro cuadrado de tierra, una silla en un bar, una cama en hotel… que más ha amado, escrito y batallado defendiendo esa parte del país, que merece mejor suerte. A Arturo Villanueva siempre le agradezco que cuando lo hicieron presidente de la Asociación de Propietarios de Hoteles y Condominios de Playa Dorada, en noviembre de 1988 contrató a CICOM para ocuparse de la comunicación del complejo y eso me “obligó a sacrificarme”. Pero me acercaba a Sosúa y Cabarete.
Con el paso de los años, la irresponsabilidad de las autoridades locales, de los Ministerios de Turismo, Medioambiente, de la Policía Nacional… y muchos otros, fui testigo del proceso que convirtió en un arrabal inmundo Playa Sosúa, y transformó sus principales calles en un mercado para la venta de servicios sexuales.
Esta semana termina con la mejor noticia sobre Sosúa en años. El Ministerio de Turismo y todos los demás entes estales involucrados decidieron avanzar en el proceso de rescate de Playa de Sosúa y sacar a los mercaderes que se apropiaron y arrabalizaron ese bien colectivo. ¡Estoy feliz! Visitaré la basílica de Nuestra Señora de La Altagracia para hacer una promesa que cumpliré, cuando visite esa playa para comprobar por qué se completó su rescate. ¡Gracias amigo David! ¡Un viva por Sosúa!