Resulta una necesidad insustituible impregnar de sentido social las prácticas de lectura y escritura que tienen lugar en los centros educativos. Es lo mismo que decir crear un ambiente alfabetizador significativo socialmente. En la didáctica de la lengua escrita la creación de este ambiente constituye una de las propuestas más interesantes de los últimos años.
Crear un ambiente alfabetizador implica trabajar con los alumnos la comprensión y la producción de los textos de circulación más frecuente en el contexto donde esté ubicada la escuela, así como aquellos textos a los que dichos alumnos puedan tener acceso a través de los medios digitales y la tecnología en general.
¿Qué podemos hacer para lograrlo y qué no conviene continuar haciendo?
Para responder a la primera pregunta podemos sugerir acciones posibles y asequibles a los docentes como las siguientes:
• Poner el mundo de los textos al alcance de los niños, sobre todo los de circulación frecuente en su contexto. Este propósito se puede alcanzar a través de la organización de la biblioteca de aula y de la biblioteca virtual, donde los niños acceden a informaciones para diferentes propósitos.
• Dialogar a diario con esta variedad de textos, interpelarlos y apoyarse en ellos durante la gestión del horario escolar, para resolver diferentes necesidades reales que la vida diaria, en el marco de la Sociedad Global del Conocimiento, nos plantea.
• Permitir que los niños observen a los adultos usar con naturalidad la lectura y la escritura para enfrentar diferentes
situaciones.
¿Qué no conviene continuar haciendo?
• Seguir obligando a los niños a aprender en forma descontextualizada la relación entre las letras y los fonemas(sonidos), con la idea de que con esto después aprenderán a leer y a escribir (con esto aprenderán a decodificar, lo cual es distinto a leer y a copiar, que es diferente a escribir).
•Privilegiar un texto único para enseñar a leer y a escribir, el cual, por lo general, solo circula en la escuela, no en la sociedad.
Aprender a leer y a escribir no es solamente usar el código y sus reglas, sino llegar a ser usuarios competentes de esos instrumentos epistémicos. Leer es construir el sentido de un texto. Escribir es producir un texto. Para hacer frente a estas complejas tareas, el niño necesita más información que la forma de las letras y sus sonidos y es precisamente esta la que le aporta el ambiente alfabetizador bien gestionado por el docente.