Unos tipos miran desde arriba, desde una inalcanzable atalaya. Desde allí, invulnerables, hablan con extraordinaria convicción, pero sin alzar la voz, no lo necesitan: su poder no viene del grito, sino del susurro en el oído correcto. Predican integridad, pero, si miramos hondo, es siempre lo mismo: palabras vacías, intereses calculados y una moral que se acomoda según sople el viento.

A veces, unos inicios humildes, luego, un poder extraordinario e inexplicable. Joan Manuel Serrat los retrató con precisión en la canción “Algo personal”: “Probablemente en su pueblo se les recordará como cachorros de buenas personas, que hurtaban flores para regalar a su mamá y daban de comer a las palomas”. Pero, inmediatamente, duda: “Probablemente que todo eso debe ser verdad, aunque es más turbio cómo y de qué manera llegaron esos individuos a ser lo que son”; y prosigue con esta frase que resume su carácter: “Ni a quién sirven cuando alzan las banderas”. Al parecer las causas que defienden hoy, podrían ser otras mañana. La lucha dependerá de las conveniencias. Incluso, cuando se indignan, lo hacen por ser rentable. Y podrían aplaudir hoy lo que condenaban ayer.

Y sigue Serrat: “Hombres de paja que usan la colonia y el honor para ocultar oscuras intenciones: tienen doble vida, son sicarios del mal”, y luego lanza el estribillo de la canción, como una advertencia: “Entre esos tipos y yo hay algo personal”.

Estos, según la canción de Serrat, han perfeccionado el arte de la impostura: “Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad, viajan de incógnito en autos blindados a sembrar calumnias, a mentir con naturalidad (…)”.

Se podría presumir que salieron del barrio, al que no volvieron, que subieron a la cima, quizás sin trabajar. De igual forma, que amasan fortunas tomadas del poder, al que critican, representando a las víctimas, pero sin legitimidad.

En este teatro nos engañan, pero ninguna farsa es eterna. Tarde o temprano nos damos cuenta de que es un disfraz, que tiene agujeros y algunas costuras gastadas.

Pero, mientras tanto, nos sermonean. Nos hablan de moral y de virtud, y nos señalan lo bueno, lo malo y el camino hacia la felicidad. Debemos seguirles y creerles a pie juntillas, so pena de excomunión. Y sigue Serrat: “Se arman hasta los dientes en el nombre de la paz, juegan con cosas que no tienen repuesto y la culpa es del otro si algo les sale mal”.

Son actores que, según Serrat “(…) experimentan nuevos métodos de masacrar, sofisticados y a la vez convincentes (…)”. Y no les importan los niños, ni la paz, ni la justicia, solo sus beneficios.

Según la canción, estos “Pulsan la alarma y rompen las promesas y en nombre de quien no tienen el gusto de conocer nos ponen la pistola en la cabeza”. También, “Nos niegan a todos el pan y la sal”. Dice el pueblo, nos venden y nos ponen a cargarle el dinero, por eso Serrat repite, en el estribillo: “Entre esos tipos y yo hay algo personal”.
Grande Serrat, grande.

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