Eduardo Galeano -periodista y escritor (1940-2015)-, además de dejarnos una serie de libros memorables sobre la historia de nuestra América -saqueos, explotación, invasión e injusticas-, nos dejó un catálogo nostálgico de costumbres, valores y cosas que dejamos atrás y que él, magistralmente, sintetizó, en franca rebeldía-indignación, así: “…lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco”.
Todavía más espantoso, es lo que el historiador israelí, Yuval Noah Harari -autor de dos libros antropológicos-apocalípticos: “Sapiens” y “Homo Deus”- presagia-adelanta, producto del avance de la inteligencia artificial, de lo que será el mundo, o lo que quede de este que vivimos, dentro de unos cien o doscientos años: pura tienda –auto parts- de repuestos de órganos humanos, o quizás -quién sabe-, el reemplazo total por otra civilización que nuestra persistente curiosidad y fantasía nos lleve a concebir; aunque ello signifique nuestro fin como especie humana…
Claro, no se entienda-infiera, con esto, que estoy reduciendo o simplificando, injustamente, las tesis centrales de Harari, a preocupaciones y alusiones fragmentarias, pues, también, sostiene muchas previsiones, en base al conocimiento de la evolución histórica-biológica del hombre y la inteligencia artificial, de muchísima pertenencia y validez para un mundo más equitativo y menos autodestructivo.
No obstante, mientras llega ese presagio, con base científica-tecnológica, de Harari, sería de mucha utilidad dejar, en nuestro registro –snow- histórico-cultural-digital, algo del mundo análogo que, con tristeza Galeano nos remembró, pues, ¿quién sabe?, tal vez, las cosas no sucedan con la rapidez y la destrezas que el historiador israelí nos adelanta y proyecta; y, en consecuencia, podríamos seguir necesitando plomeros, jardineros, cerrajeros, choferes, porteros, oficinistas, y hasta algún despistado que cuente las estrellas. O mas pretencioso, de un poeta -ya, en vía de extinción- que nos entretenga con naderías infantiles sobre el amor, los abrazos y la esperanza.
Todo esto lo cuento, porque hace casi dos años; y por supuesto antes de saber de Yuval, viví una transformación vital-radical: tenía que hacer, con cierta urgencia y rapidez, un cambio (change o crossover) de análogo a digital en el ámbito laboral y desempeño profesional. Lo confieso: me resistí, como es era natural -¿quién no se resiste a los cambios? Pero, no! A grandes rasgos, las cosas fueron saliendo justamente como se planificó.
Aún así, insisto, como Galeano, no tiremos las “cosas”, los oficios, las personas ni el mundo análogo al zafacón de la historia…, pues algún clic-fáctico puede fallar…