En tu rápida e inesperada ida, nos dejaste el cuerpo y te llevaste la creatividad y tu música contagiosa a lugares distintos y misteriosos, con planes inescrutables, que no logramos entender pero seguro musicales, al fin. Llevabas tanta prisa que no dejaste estrenar con tu presencia, la producción motivo del rescate del Yaque del Norte, en la que trabajaste e imprimiste tu sello personal. Comprometes con ese canto a cada dominicano, a decir presente en esa campaña, que sin tu voz deberá seguir para ir en auxilio de todos los ríos criollos. Nos quedamos con más de 60 años del ritmo contagioso a que nos acostumbraste y que asocia lo criollo con tu música. Tus melodías sonarán con los colores de la dominicanidad, aunque se escuchen en las playas donde dejaste huellas musicales. Le imprimiste la cadencia del negro forzado, que como esclavo fue traído obligado desde el Africa, con sus ritmos ancestrales del tambor. Te identificaste como “el único negro que bota miel por los poros”, que en tu diversidad de ritmos nos salpicaste a todos de ese dulce, similar al de la caña nuestra con su melaza, base primitiva del ron que adorna esas fiestas adonde tu ritmo alteró el esqueleto de todo bailador criollo. Naciste en la cuna del merengue, lugar apropiado para que tus genes se contonearan al ritmo musical que nada en el ambiente dominicano. En tu ADN abunda el ritmo de la tambora con su canto de percusión; el rasgar de la güira con su chasquido acompasado y el pentagrama inquieto del acordeón con la magia contagiosa, que tu vocalización hizo que cada dominicano compartiera la identidad rítmica, con el tricolor de nuestra bandera. Adonde quiera que los planes divinos te lleven, argarás la música, que es tu esencia, el ritmo que tu alma lleva y de la que no te puedes separar. Rompiste esquemas: al hacerte político activo, por compromisos de amistad, y de logros tangibles, no consiguió separar a los que te enfrentaron en ese plano en contiendas entre partidos. Pocos dominicanos ilustres tendrán en su despedida terrenal, las abundantes expresiones de pesar y de identidad con Johnny Ventura, artífice del merengue innovador, caballero de la música y rescatista de ritmos olvidados.
Sorprendieron expresiones de dolor en ciudades tan distantes y diversas de la geografía universal. Hombre de amistad sincera, de sonrisa fácil, solidario y promotor entusiasta de lo dominicano, artífice de la conciliación, un “Caballo”, en este caso, un caballo mayor. Legislador destacado de iniciativas memorables, Alcalde de la ciudad capital de logros claros, cultivador de amigos mientras su música alegraba al universo. Sorprendidos con tu escape en plena luz del día, desde la Ciudad Corazón, el Santiago nuestro, entristeciste la fecha, pero imprimiste una nueva forma de escuchar tus interpretaciones: sazonadas con la admiración que tu partida nos dejó impresa, sabor nuevo para ritmos y títulos viejos.