“Si me engañas una vez, tuya es la culpa. Si me engañas dos, la culpa es mía”.
Anaxágoras
“Cuanto más grande es un hombre, más vulgaridad hay a su alrededor”.
Máximo Gorki
Después de votar en el local de la escuela México, en compañía de su esposa Reneé Klang, su hija Sonia y su yerno José María Hernández, el candidato presidencial del PRD, Antonio Guzmán Fernández, adoptó la decisión de abandonar Santiago, donde residía, y trasladarse a Santo Domingo. Era cerca del mediodía y no le tomó más que apenas unos minutos regresar, desde el centro de votación, a su residencia ubicada en la esquina de la avenida Francia y calle Dr. Moscoso, del sector Los Pepines, para hacer las maletas y arreglar algunos asuntos pendientes. Todo marchaba normal y los informes a esa hora ofrecían un panorama de absoluta tranquilidad en todo el país. De manera que Guzmán pensaba estar de regreso a más tardar dos días después en Santiago. Los acontecimientos de las horas siguientes le obligarían, sin embargo, a pasar varias semanas en Santo Domingo.
Guzmán y su esposa se hospedaron en casa de su hermano Silvestre, en el sector Los Prados, de la zona noroeste de la capital, mientras Sonia y José María lo hicieron en casa de una hermana de éste último, a una cuadra de la primera. Era lo que siempre hacía la familia cuando por alguna razón, política o privada, cualquiera de ellos, o todos, tenían que trasladarse a Santo Domingo. Guzmán decidió irse a la cama relativamente temprano, antes de medianoche, cuando la tendencia de los boletines parecían darle una ventaja muy cómoda sobre su rival, el presidente Balaguer.
Lo que realmente alentaba su confianza eran los resultados de las mesas de aquellos sectores y barrios de la capital y de provincia donde tradicionalmente los cómputos electorales mostraban una marcada preferencia por el partido y el candidato del gobierno. Tales eran los casos de boletines referentes a las actas de mesas en San Isidro, donde estaba ubicada la principal base aérea, y el ensanche Piantini, uno de los más exclusivos de la ciudad. El candidato calculó, ya seguro de su victoria, que era mejor acostarse temprano para estar preparado para los ajetreos del día siguiente. La jornada había sido muy ardua con reuniones con periodistas y corresponsales extranjeros y dirigentes del PRD. “Estaba muy tranquilo, creyendo absolutamente que había ganado y que no se produciría interferencia”, dirían Sonia y su esposo, en una entrevista con el autor dieciocho años después.
Guzmán había rechazado la sugerencia de su hija Sonia de quedarse tranquilos en Santiago a esperar y celebrar el triunfo electoral, con un razonamiento que vendría a convertirse, en la madrugada del 17, en una premonición. Allá, le dijo, es que se hacen los periódicos y están las sedes diplomáticas y ante cualquier eventualidad es mejor y más seguro manejarse estando en la capital. En Santiago, en cambio, podían verse aislados, sin comunicación, en caso de que cerraran la autopista y le cortaran los teléfonos.
La llamada que le despertó aproximadamente a la 1 :45 de la madrugada del miércoles 17 vino a confirmar sus temores. Era la voz de un periodista norteamericano que le informó que algo grave estaba sucediendo , que estaban interrumpidos los cómputos y que era prudente que adoptara medidas de protección. Guzmán llamó a su hija, que también recibió el aviso del corresponsal, y le ordenó que se trasladara de inmediato a casa de su hermano Silvestre, donde él se encontraba. Sonia y José María dejaron a sus dos hijos pequeños, Iván, de cinco años y medio, y Carlos, de tres, con su cuñada, y fueron a reunirse con Guzmán, que ya los esperaba cambiado y listo para trasladarse a un refugio seguro. Una confusa mezcla de tensión y estupor se apoderó del ambiente, a medida que fueron llegando a la casa dirigentes del PRD y miembros del servicio de seguridad personal del candidato opositor.
Abordaron dos carros, el Peugeot 504 que usaba Guzmán y otro de Alvaro Alvarez, esposo de la hermana de José María, y se dirigieron a una residencia del ensanche Los Cacicazgos donde permanecerían hasta entrada la mañana. Guzmán quiso primero tener una idea propia de la situación y ordenó al conductor que se detuviera un instante frente a la casa del vicealmirante Ramón Emilio Jiménez, secretario de Estado de Relaciones Exteriores y ex-titular de las Fuerzas Armadas. La casa, ubicada en la esquina de las avenidas 27 de Febrero y Núñez de Cáceres, estaba llena de vehículos militares y se notaba un anormal movimiento de oficiales dentro y en los alrededores. La vivienda estaba en la ruta y Guzmán comentó : “ Bueno, no hay duda de que algo muy negativo está sucediendo”.
Al llegar a su refugio temporal, donde sólo estaría hasta aproximadamente las siete de la mañana del día 17, Guzmán reunió a los miembros de su escolta y les pidió que se retiraran todos a sus casas, porque no quería comprometerles. Quería evitar que en caso de una agresión los mataran a todos. El candidato entendía que de nada valía que ellos pudieran llevarse a unos cuantos en la refriega. Y pensaba que sin ninguna seguridad, sólo con su familia, podía estar , en medio de las circunstancias, mejor protegido. Guzmán y el resto de la familia no volvieron a dormir en el resto de la madrugada.
Cercano al mediodía, se trasladaron a la residencia de su candidato a la vicepresidencia, Jacobo Majluta, donde ya les esperaban los principales dirigentes de la organización, incluyendo el secretario general José Francisco Peña Gómez. Una hiriente calma dominaba la ciudad.. Las oficinas públicas funcionaban a medias y el tránsito disminuía en forma considerable. El intenso patrullaje motorizado confería a la naciente crisis política electoral dominicana una escena de pavor. El largo recorrido desde su primer lugar de refugio hasta la residencia de Majluta se realizó en unos cinco minutos. La escasa circulación de vehículos y personas tendía a disminuir al paso de las horas.
A Guzmán la escena de soledad virtual que observó por aquella vasta zona de la ciudad se le asemejó a la de un recogimiento colectivo. Era como si se estuviera viviendo de nuevo un Viernes Santo.
—ooo—
Si para algún dirigente político en particular el giro inesperado de los acontecimientos significaba un peligro inminente, éste era, sin duda, José Francisco Peña Gómez, secretario general y líder del PRD. Notable orador y estudioso de las ciencias sociales, había erigido su liderazgo apelando a un sentimiento primario de solidaridad con las masas irredentas de una nación con cifras escalofríantes de pobreza y marginalidad. De origen muy humilde, su ascendente carrera política constituía un homenaje a su propio talento y dedicación a la causa de su partido. Tratábase de un político profesional a tiempo completo, cualquiera fuese el ángulo desde el cual se le analizara.
A su alrededor tejíanse los más contradictorios sentimientos. Amado por muchos era asimismo odiado con fervor por aquellos que se le oponían no tan solo por sus ideas, que a ratos parecían demasiado inclinadas a la izquierda, o por sus frecuentes arrebatos retóricos,que tantas veces Balaguer había sabido utilizar a su favor, sino por razones de otra índole, ligadas a su origen—había nacido de padres haitianos refugiados en el país—y su intenso color negro de piel. Su vida estaba marcada por estos prejuicios de casta que se erigían en obstáculos insalvables a sus deseos de escalar algún día la Presidencia de la República. Dirigiéndose a él, Balaguer había proclamado en un discurso que el triunfo electoral del PRD significaba para la nación “ un salto al vacío” y un peligro para la soberanía. Los más osados abordaban el tema con menos delicadeza. Le cargaban su ascendencia haitiana como un impedimento constitucional a su participación en las lides políticas nacionales y lo acusaban de pretender destruir la nacionalidad con ficticios proyectos de fusión con el vecino estado.
Las ancestrales pugnas fronterizas que habían distanciado históricamente a la República Dominicana y Haití revivían con toda su saña en los ataques verbales y la cruda oposición que sectores de la oligarquía, la clase media y la derecha más conservadora auspiciaban contra este vehemente dirigente negro. Si bien él no era el candidato, los opositores al PRD habían diseñado toda la campaña prácticamente en su contra, señalándole como un peligro a la paz, a las instituciones y a la tradicional buena relación entre blancos, negros y mulatos que caracterizaban la historia social dominicana. Entre la jerarquía militar su vida valía lo que un billete fuera de circulación. Desde el retorno de Balaguer a la presidencia el primero de julio de 1966, su carrera política se vio marcada por frecuentes períodos forzosos de clandestinidad.
Nada de extraño tenía entonces que bajo las circunstancias nacidas de la brusca interrupción militar de los cómputos electorales, la vida de Peña Gómez entrara de nuevo en una fase de incertidumbre y que se hiciera imprescindible entonces apelar a uno de los muchos y cambiantes planes de contingencia que él mismo ayudara a diseñar ante cualquier eventualidad fuera de su control. En las primeras horas de la madrugada, abandonó apresuradamente el local del partido, donde permaneciera todo el día y se dirigió al refugio preparado para esta ocasión, la residencia de su amigo Germán Polanco.
Como máximo dirigente de la organización y arquitecto de su compleja y efectiva estructura partidaria, Peña Gómez tenía bajo su responsabilidad el funcionamiento de la maquinaria del partido. En esa condición, el peso de la campaña electoral era parte de su responsabilidad cotidiana. Bien temprano en la mañana del martes 16, el secretario general había llegado a la sede central del partido para ocuparse, como cada día en los últimos meses, de las tareas electorales pendientes. Sólo salió un rato en la mañana para votar, regresando de inmediato a su oficina.
Ese día el trabajo había sido agotador, ocupándose de los problemas de los miles de delegados acreditados en las mesas en todo el país y asumiendo otras decisiones ante cada situación imprevista. La preocupación tendió a bajar al final de la tarde cuando los reportes de los representantes en las mesas comenzaron a llamar con la información de que los cestos de los recintos de votación estaban repletos de votos rojos, es decir del Partido Reformista. Esto era señal de que el sufragio a favor del PRD y de su candidato Guzmán se daba mayoritariamente en buena parte del territorio nacional, especialmente en el Distrito Nacional, donde se concentraba casi un tercio de los electores.
Naturalmente, si el PRD podía hacer ese cálculo, igual los reformistas. Peña Gómez pensó que ante esa realidad el nerviosismo tenía que estar apoderándose de algunos círculos en el entorno de Balaguer muy inclinados a las acciones directas. Y entonces le llegó la información de que los centros de votación seguían abiertos después de las seis de la tarde, hora en que estaban supuestos a ser cerrados de acuerdo con la ley.
Acostumbrado a guiarse por sus impulsos, tomó el teléfono y comenzó a llamar a los periódicos y a los corresponsales extranjeros para denunciar la irregularidad. A los recintos de votación estaban llegando camiones de organismos oficiales repletos de ciudadanos haitianos. Los informes daban cuenta que provenían de bateyes de ingenios azucareros estatales en Monte Plata, Bayaguana, Sabana Grande de Boyá. Parecía una gran jugada. Si la amenaza de absorción haitiana provenía de un eventual triunfo de Peña Gómez y el PRD era imposible imaginar que los haitianos pudieran estar siendo utilizados para favorecer un nuevo triunfo de Balaguer. Explicarle esto a la opinión pública nacional y extranjera, pensó Peña Gómez, iba a ser endiabladamente difícil.
La permanencia del PRD hasta el final del proceso electoral había frustrado los planes de muchos estrategas de Balaguer que , sin duda, depositaron sus esperanzas en un retiro de sus candidaturas, tal como sucediera en 1974. La abstención electoral de esta organización, había facilitado las cosas a Balaguer, que así se había reelegido en las elecciones anteriores y en las de 1970, prácticamente sin oposición. La abierta participación militar en actividades a favor de la candidatura de Balaguer tenía como propósito provocar el retiro del PRD, bajo el clásico alegato de la inexistencia de condiciones para una competencia justa y equitativa. La intensificación de esas provocaciones, a plena luz del día y sin guardar las apariencias, a medida que se aproximaba el cierre de la campaña, sugería algún nivel de desesperación oficial por la terquedad del liderazgo del PRD de mantenerse esta vez firme en su decisión de llegar hasta el final.
Este no era el único escollo en su camino hacia el poder. El ex-presidente Juan Bosch, derrocado después de tan sólo siete meses en el poder el 25 de septiembre de 1963 por un golpe militar que luego arrastraría al país a una guerra civil y a los dolores de una intervención militar norteamericana en 1965, decidió renunciar al liderazgo del PRD y fundar en noviembre de 1973 un nuevo partido, el de la Liberación Dominicana (PLD), basado en fundamentos marxistas. Bosch criticaba acremente los aprestos electorales del PRD como el camino más directo a un “matadero electoral”. Uno de los conflictos que este proceso presentaba a Peña Gómez en el plano personal consistía en poder demostrar que era Bosch y no él quien estaba equivocado ; que a pesar de su dominio de la estructura del poder político y las debilidades del sistema electoral, a Balaguer podía vencérsele limpiamente en unas elecciones. Ese era uno de sus retos y él estaba dispuesto a jugársela para conseguirlo.
La rivalidad de estos antiguos compañeros llegó a alcanzar un grado tan alto, que gran parte de las críticas de Bosch estuvieron dirigidas durante la campaña hacia el PRD y no hacia el gobierno y su candidato. Para muchos, indirectamente y por diferentes razones, Bosch y Balaguer actuaban como aliados en contra del PRD y su candidato Guzmán.
Frente a la eventualidad de que no se respetaran resultados favorables al PRD, Peña Gómez ideó un plan de lucha con énfasis en la presión internacional. La epidermis gubernamental estaba hecha a prueba de las críticas locales y el radio de acción de la opinión pública nacional era demasiado reducida para esos fines. Se hacía imprescindible a los fines de tal estrategia que las denuncias de un posible fraude electoral estuvieran avaladas por testigos presenciales.
El Gobierno había negado la condición de observadores a enviados de organizaciones internacionales y partidos políticos europeos. Pero no podía oponerse a que el PRD hiciera invitaciones particulares a delegados de partidos aliados del exterior. Como medida previsora, Peña Gómez había invitado a un político japonés llamado Shozo Sugiyama y a un diputado español, Miguel Angel Martínez, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y secretario de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso de España. La amistad con éste último se remontaba a mediados de la década de los 60 y habíase reforzado a través de sus continuos contactos en las distintas ocasiones de sus frecuentes intervenciones en foros de la Internacional Socialista en el exterior.
El Gobierno veía con malos ojos la presencia del congresista español como observador de la Internacional Socialista y no le hacía nada de gracia su gestión. El 11 de mayo, cinco días antes de las elecciones, el canciller vicealmirante Ramón Emilio Jiménez, informó al Presidente de la República en un memorándum que en la mañana de ese día recibió en su despacho al embajador de España, quien le informó de la presencia del diputado Martínez y de los deseos de éste de ser recibido en la Cancillería “por el suscrito o por la autoridad dominicana que se considere conveniente”. Tras recibir seguridades de que el legislador “no se encuentra en misión del gobierno español”, el canciller le manifestó al diplomático que “ a excepción de los observadores” que el gobierno dominicano ha solicitado a la OEA “todas las personas que visiten nuestro país lo hacen en calidad de ciudadanos particulares, sujetando por tanto su comportamiento a lo que disponen las leyes dominicanas”. En tal virtud, decía en su comunicación el canciller al Presidente, el señor Miguel Angel Martínez “no podía ser recibido por el suscrito reconociéndosele la calidad de observador de la Internacional Socialista”.
La misión de Sugiyama y de Martínez , al igual que la de sus otros amigos del Partido Demócrata de los Estados Unidos con los que el líder del PRD estaba en contacto, era denunciar ante los organismos y gobiernos extranjeros cualquier irregularidad que tendiera a cambiar la intención del voto mayoritario de la población.
Tan pronto les llegó la noticia de que camiones cargados de haitianos estaban siendo enviados a los recintos electorales, fuera ya del horario de votación, Peña Gómez pidió al diputado español que acompañara a su asistente Aridio García de León para verificarlo. Ante una mesa en Villa Duarte, pudieron observar una larga hilera de supuestos haitianos, dotados de cédulas electorales, ejerciendo el sufragio. La noticia consternó a Peña Gómez y le puso muy nervioso, cuando los jefes de mesas del recinto rechazaron los alegatos de sus dos comisionados. La Junta Central Electoral no tomó tampoco ninguna medida al recibir la denuncia y se continuó votando allí y en otras mesas hasta dos horas después de la hora oficial del cierre de las elecciones.
Peña Gómez dijo al autor que esa noche, al recibir el acta de sus delegados en las mesas en que el gobierno , según él , habría llevado los haitianos pudo darse cuenta que la ventaja del PRD era mayor que en las demás. “ Se ha producido una cosa sorprendente”, díjole el diputado español al regresar al local del partido, “los haitianos votaron por el PRD”. Su reacción fue inmediata : “ ¡ Coño !”, exclamó de gozo, “los haitianos votaron por nosotros”. Dijo que esa pudo haber sido la causa de que en las semanas siguientes, el Partido Reformista insistiera en basar la participación de ciudadanos del vecino país como uno de los elementos fraudulentos del proceso que justificaban su pedido de impugnación y anulación de los comicios del 16 de mayo.
Antes de la medianoche, el publicista Brinio Rafael Díaz Rodríguez, quien tenía a su cargo la concepción y diseño de la campaña publicitaria del candidato Guzmán, se presentó al edificio del partido para advertirle que las Fuerzas Armadas se proponían ocupar la ciudad y tomar por asalto los locales del PRD. Peña Gómez avisó telefónicamente a Majluta y a otros dirigentes de la inminencia del peligro y pidió , antes de ir a esconderse, al diputado español que se hiciera cargo de denunciar al mundo cualquier atrocidad en contra suya o del proceso. Fue el último en abandonar el local. Cuando se dirigía a su escondite, por la avenida John F. Kennedy, alcanzó a divisar una hilera de tanques ,vehículos de asaltos y camiones cargados de efectivos en traje de faena en dirección al centro de la ciudad. El convoy militar y el automóvil que llevaba al secretario general se cruzaron por carriles vecinos.
Una vez en su escondite, Peña Gómez recibió el anuncio de que fuerzas militares habían interrumpido el recuento de los votos y tomado el local central de la Junta. Las tropas ocuparon otros lugares estratégicos de la ciudad, impidiendo el acceso a los locales del PRD. Estaba en marcha una acción de fuerza, un posible golpe de estado para desconocer el veredicto que el pueblo, libremente, había ejercido ese día en las urnas.
El delegado del PSOE no tomaría en juego el pedido de Peña Gómez. Todavía permaneció un tiempo en el local del PRD desde donde llamó al presidente Carlos Andrés Pérez ,de Venezuela, y al jefe de su organización, Felipe González, en Madrid . Este llamó a su vez a Francois Mitterrand, el líder del Partido Socialista francés, y en esa misma madrugada, una larga cadena de respaldo internacional comenzó a tejerse en la mayoría de las capitales de Europa. Los primeros telegramas de protestas llegaron al Palacio Nacional en la misma mañana del día 17 de mayo.
Los delegados de mesas del PRD estaban adiestrados para cualquier contingencia, pero muchos de ellos tuvieron que valerse de su imaginación para preservar las actas, después de la interrupción militar. Peña Gómez dijo al autor que muchos la ocultaron en los cauces de ríos, debajo de colchones y en los lugares más insólitos. Otros la trajeron envueltas desde los lugares más recónditos de la República. Recordaba el caso de un delegado de Constanza que trajo las actas a Santo Domingo dentro de un ramo de flores. Cuando quisieron requisarla en un puesto de guardia, el delegado les dijo : “ ¡No, esto es un regalo para doña Emma(la hermana del presidente y candidata a síndico de la capital) !”, y lo dejaron pasar. Estas actas fueron mostradas a los observadores de la OEA para sustentar las denuncias de que estaba en marcha un plan para desconocer el triunfo de Guzmán.
–ooo—
La clandestinidad de los líderes del PRD duró muy poco. Al mediodía del miércoles 17 de mayo, estaban reunidos en la residencia del candidato vicepresidencial Majluta con los corresponsales extranjeros y representantes de la prensa nacional, a la espera de la llegada de los observadores de la OEA, los ex-presidentes Galo Plaza, del Ecuador ; Misael Pastrana Borrero, de Colombia, y Julio César Méndez Montenegro, de Guatemala, quienes acababan de entrevistarse con Balaguer, en el Palacio Nacional. Guzmán ofreció una rueda de prensa declarándose virtual ganador y exhortando al gobierno a reconocerlo como tal. Hizo también un llamamiento a la calma pidiendo a los seguidores de su candidatura y partido no dejarse provocar por las medidas de fuerza adoptadas por las autoridades.
El timbre del teléfono sonó . Era el presidente de Venezuela. Guzmán tomó el aparato y escuchó del otro lado, a cientos de millas de distancia, la voz de Carlos Andrés Pérez decirle :
–¡ Señor Presidente, deseo felicitarle por su triunfo y asegurarle que no está solo en esta jornada !.
Pérez pasó a explicarle todos los esfuerzos que realizaba desde la madrugada y cómo la opinión pública internacional comenzaba a movilizarse a su favor. La conversación duró unos quince minutos al cabo de la cual Guzmán, visiblemente impactado, colgó. Todos en aquella sala le miraron absortos e inquietos. Fijando los ojos hacia un lugar indefinido entre todos los rostros azorados que le observaban fijamente, Guzmán dijo con voz queda, como hablando consigo mismo : “Me llamó Presidente”.
–ooo—
Toda la tarde de ese día, los más altos dirigentes del PRD estuvieron acompañando a Guzmán en la residencia de Majluta, donde poco después de las dos llegaron los delegados de la OEA. En la entrevista, que se prolongó por varias horas, participaron además de Guzmán, su hija y su yerno, el secretario general Peña Gómez, el expresidente del partido Secundino Gil Morales, Majluta, Manuel Fernández Mármol, Rafael Molina Ureña, Vicente Sánchez Baret, José Soldevila y Abraham Bautista Alcántara. Otros miembros del Comité Ejecutivo Nacional que estaban allí desde la mañana habían ido a cumplir asignaciones específicas.
Los observadores de la OEA informaron a Guzmán y su gente que Balaguer les aseguró que no existía en marcha nada parecido a un golpe de estado, que la situación estaba bajo el control y dominio del gobierno y que él no tendría reparos en reconocer el triunfo de su adversario en el caso de que así lo confirmaran los cómputos oficiales de la Junta. Los corresponsales extranjeros pendientes de esta reunión transmitieron inmediatamente la noticia.
Guzmán convocó a otra rueda de prensa y se proclamó presidente electo. “El país entero sabe que yo triunfé”, dijo. En un esfuerzo por disminuir la desconfianza de los institutos castrenses, afirmó que siempre tuvo fe en su profesionalidad y que, por tanto, le dominaba la convicción de que respetarían la Constitución y las leyes. En lo que concernía a Balaguer, estaba confiado de que frente a las evidencias de su derrota, acataría la voluntad mayoritaria del pueblo.
No eran estas las únicas reacciones contra el gobierno. Ya antes del mediodía, el despacho presidencial comenzaba a sentir los efectos de las presiones provenientes del exterior, que vendrían a resultarles insoportables.
Las que más preocupaban llegaban de Washington, de los principales centros del poder político de la nación más poderosa del planeta. El secretario de Estado Cyrus Vance, por instrucciones del presidente Jimmy Carter, telefoneó personalmente a Balaguer temprano en la mañana, sin lograr que éste atendiera la llamada. Al funcionario norteamericano se le explicó que el presidente estaba aún durmiendo debido a que se había retirado muy tarde, en la madrugada, a sus habitaciones. Vance replicó enviando un telegrama que el embajador Robert L. Yost, que apenas presentara sus credenciales un día antes, trató también en vano de entregar al jefe del Estado, luego de que se le hiciera esperar, en condiciones humillantes para su dignidad, en la marquesina de la residencia presidencial.
De la embajada en México le llegó al Presidente un reporte del diario Uno más Uno fechado en Washington en el que Carter consideraba que “los militares dominicanos intentan impedir” que Guzmán asumiera la Presidencia. “Nuestra impresión es que los militares no quieren que Guzmán sea Presidente y pretenden que Joaquín Balaguer se quede en el cargo”. Las enfáticas declaraciones del Presidente de los Estados Unidos, según el diario mexicano, fueron pronunciadas durante una reunión con ejecutivos de medios de comunicación de ese país. “ Si resulta obvio que la voluntad del pueblo dominicano ha sido subvertida por ilegalidades o por interferencias en el proceso democrático electoral”, dijo Carter a los editores norteamericanos, “ esto tendrá un gran efecto en nuestro apoyo al futuro gobierno”. La intención de la Casa Blanca, insistía el Presidente, no era la de interferir en los asuntos dominicanos. El dilema que la situación en el país caribeño presentaba a los Estados Unidos era que los gobiernos de otras cuatro naciones “ se han comprometido a realizar elecciones porque tienen ahora regímenes militares”. Obviamente, Carter temía que el fracaso del proceso en la República Dominicana pudiera contaminar a los demás.
Lo que más parecía aumentar la ansiedad pública era el inexplicable silencio que, según las estaciones de radio locales y los despachos internacionales transmitidos hasta la tarde del miércoles 17, mantenían las autoridades en torno al caso. Las tropas seguían, entretanto, en labores de patrullaje y los locales del PRD estaban virtualmente cerrados. No se encontraban copados por la guardia, pero la vigilancia extrema alrededor de éstos impedía de hecho el ingreso de sus dirigentes. Además, muy pocos se arriesgarían en esas circunstancias a presentarse allí. De todas maneras no era mucho lo que podía hacerse dentro de ellos que no pudiera conseguirse fuera, con mejores resultados. Para los fines de propaganda, muy útil en ese momento, la irregularidad de la situación, favorecía la causa perredeísta.
Al promediar la tarde, la población continuaba sin recibir noticias sobre la Junta y el recuento de los votos seguía paralizado. Apenas cuatro emisoras de radio transmitían programaciones regulares. Las demás estaban conectadas a una cadena por disposición del organismo electoral para dar a conocer los boletines y , por tanto, se encontraban prácticamente fuera del aire, limitándose a la difusión de música clásica entre uno que otro programa de música popular. Algunos locutores entremezclaban música sacra, en evidente señal de duelo por la herida provocada al proceso electoral.
Sorpresivamente, al finalizar la tarde, el silencio noticioso radial cesó. La planta oficial del Estado, que servía de matriz a la cadena de la Junta difundió un comunicado de ésta anunciando la adopción de medidas “para normalizar la situación”. Sin hacer referencia alguna a los sucesos de la madrugada de ese día, el comunicado prometía al país la pronta reanudación de los boletines con los pormenores de las votaciones. La radio anunció que el presidente de la JCE, cuyo paradero se desconocía desde poco antes de la interrupción militar, se reintegraría de inmediato a sus oficinas.
Las buenas nuevas no bastaban, sin embargo, para amainar las aprehensiones. Al Palacio Nacional seguían llegando indicios de la decisión norteamericana de adoptar represalias económicas y diplomáticas en el supuesto de que llegara a consumarse un golpe destinado a anular los comicios para perpetuar el régimen de Balaguer o instalar una junta militar. Los teletipos de las agencias así lo hacían saber en sus despachos fechados en Washington. Un cable de la AFP desde la capital norteamericana no dejaba espacio a las dudas respecto al sentimiento prevaleciente allí con respecto a los acontecimientos dominicanos. “ Las informaciones evaluadas en Washington indicaban mientras tanto, que la situación sigue siendo tensa en Santo Domingo, con movimientos de tropas y la vida económica parcialmente paralizada, pero sin que se haya registrado un golpe”, comentaba la agencia. “Informaciones directas trascendieron por intermedio de tres observadores privilegiados, como los ex presidentes Galo Plaza de Ecuador, Misael Pastrana de Colombia y Julio César Méndez Montenegro de Guatemala. Según transmitieron a la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA), que los envió como observadores del proceso electoral en la República Dominicana, fue la Policía al mando del general Neit Nivar Seijas la que interrumpió brutalmente en la madrugada de hoy el recuento de votos”.
No estaba del todo claro para esos observadores si la “ intentona policial” contaba con alguna suerte de anuencia gubernamental. Aparentemente, a despecho de las garantías ofrecidas por el presidente a los enviados especiales de la OEA durante su entrevista, el presidente se había cuidado de dar señales respecto a los pasos que se proponía dar en el futuro.
Basados en los informes preliminares de sus observadores, los embajadores de Venezuela, Costa Rica, Panamá y Colombia instaron públicamente al gobierno dominicano desde la sede del organismo regional en Washington a respetar “ sin reservas” los resultados de los comicios. Fuentes de la OEA adelantaron, según el citado despacho, que los gobiernos de esos países, con el respaldo de otras naciones latinoamericanas, se aprestaban a solicitar una reunión del Consejo Permanente si no se alcanzaba una solución rápida de la crisis. A esto se añadió una implícita advertencia del vocero del Departamento de Estado, Hodding Carter, al expresar esperanzas de que la interrupción del proceso sea sólo temporal y no implicara un plan dirigido por altas instancias gubernamentales. A pesar de los fallidos intentos de Vance y de su embajador Yost por comunicarse con Balaguer, tanto el Departamento de Estado como el Pentágono aseguraban que sus contactos con las autoridades dominicanas “ son permanentes”.
Los diarios de la tarde y los despachos de los corresponsales extranjeros reportaron que durante el día 17 buena parte de las oficinas del gobierno permanecieron cerradas, aunque parte del comercio y la banca abrieron sus puertas. Los alimentos disminuían en los mercados públicos, lo que produjo rápidas y especulativas alzas en los precios. La circulación de vehículos y de peatones por las principales vías de la capital se mantenía escasa. Pero no se tenían noticias de desórdenes o manifestaciones violentas.
—ooo—
La familia Guzmán no volvió a las residencias de sus parientes en Los Prados ni tampoco al refugio donde pasara la madrugada tras enterarse del movimiento de tropas. Peña Gómez volvió a la residencia de su amigo Polanco , Majluta tomó algunas previsiones pero se quedó en su casa y los demás miembros del comité ejecutivo central del PRD se dispersaron al caer la noche del 17.
Indicios alentadores surgieron a la mañana siguiente, jueves 18, dando esperanzas de una pronta salida al impasse, que muy rápidamente tendieron a estancarse. El primero de esos indicios fue la incorporación a su despacho, temprano en la mañana, del presidente de la JCE, de quien nada se sabía desde la medianoche del 16. A ello siguió un lento reinicio del recuento de votos. Castillo negó las versiones según las cuales habría sido retenido en contra de su voluntad por la fuerza militar o asilado en una misión extranjera. “ Estuve en mi casa”, declaró a la prensa. Sin duda, dijo, la interrupción perjudicó el proceso electoral pero dio seguridades de que no afectaría la validez de los resultados finales. Estos, afirmó, no serían conocidos de inmediato. Podría tomarse todavía “unas dos semanas”.
Esta última parte de su declaración causó desaliento en los círculos opositores y entre los observadores de la OEA , cuya misión concluía al día siguiente.
La reanudación de los cómputos tuvo efectos contradictorios en los medios políticos. Disipó la amenaza de un golpe inminente, pero acentuó los temores de un fraude electoral. Las aprehensiones cobraban fuerza ante las nuevas y públicas demostraciones de adhesión policial y militar a la candidatura del Presidente. Al tiempo que se reanudaban los cómputos, nutridos grupos de agentes y oficiales de la Policía se congregaban frente al Palacio Nacional “para celebrar la victoria de Balaguer”. Al difundir esta información al mundo, el corresponsal holandés Pieter Van Bennekom, de UPI, reseñó : “ No obstante los indicios formales de retorno aparente a la normalidad, persistió en la capital un ambiente de tensión y confusión. Soldados fuertemente armados continuaron patrullando las calles, mientras una caravana de tres jeeps militares circulaba en torno a la sede del principal partido opositor. Los líderes partidarios exhortaron a los centenares de simpatizantes reunidos frente al edificio que se fueran a sus casas y evitasen confrontaciones con las tropas”.
El despacho describía un ambiente de tensión inusitado. “ Aunque más gente salió de sus hogares y se aventuró en las calles, disipando algo del ambiente ominoso que prevaleció sobre la capital en los dos últimos días”, escribió Bennekom, “ la mayor parte de los comercios, tiendas, oficinas gubernamentales y bancos permanecieron cerrados. Una larga fila de personas se formó frente a un banco del gobierno para cobrar sus billetes ganadores de la lotería, pero las puertas siguieron cerradas”. También estaba cerrada y custodiada por soldados la Junta Electoral del Distrito.
Cuando la Junta Central abrió en cambio sus puertas, con la llegada del licenciado Castillo a sus oficinas, las grandes pizarras verdes colocadas en el salón desde donde se transmitían para el público los boletines, mostraban una mayor ventaja de Guzmán con 453,542 votos contra 262,471 de Balaguer. Este era al parecer el cómputo que había registrado la Junta al momento de producirse la interrupción militar en el edificio y la suma de las dos cifras, más de otros partidos minoritarios que competían en el certamen con candidaturas propias, representaban una tercera parte estimada del total del sufragio emitido el día 16.
Era muy difícil que la tendencia que mostraban esos cómputos pudiera revertirse, pero aún así Majluta emitió una apreciación cautelosa observando que si supuestamente la comisión electoral había reanudado sus labores “ estamos satisfechos” ya que tarde o temprano “nuestra victoria abrumadora tiene que ser reconocida”. En parte, el candidato a la vicepresidencia por el PRD pretendía de este modo corregir su estimación inicial, hecha ese mismo día, de que la diferencia de votos era de 1,300,000 a favor de Guzmán contra apenas 475,000 a favor del Presidente de la República.
El optimismo no parecía ser la nota dominante en algunos círculos influyentes del PRD. Su encargado de relaciones internacionales, Emilio Ludovino Fernández, hizo pública su “desconfianza” en el curso del proceso. “Hemos llegado a la conclusión”, dijo en una declaración ampliamente difundida por las agencias noticiosas, “que todas las apariencias apuntan a una intención de falsificar los resultados de la votación, para que Balaguer aparezca como el ganador de las elecciones”.
Era obvio que el partido en el poder no se resignaría tan fácil a la idea de abandonarlo. Mientras Fernández y Majluta le hablaban a los corresponsales, el Partido Reformista convocó a una conferencia de prensa para ofrecer su apreciación de las elecciones y proclamar el triunfo “arrollador” de su candidato. El vocero de la organización, Héctor Pérez Reyes, dijo que la temprana ventaja que había mostrado Guzmán se basaba sólo en resultados de áreas urbanas donde tradicionalmente radicaba su fuerza. “El Partido Reformista se declara formalmente el ganador de estos comicios hasta el momento”, expresó, ya que Balaguer llevaba una ventaja cómoda de 180,000 votos en los cómputos del partido. Esas cifras se basaban en un escrutinio cercano al 65 y el 70 por ciento de los votos emitidos. Cuando un periodista le preguntó cuáles eran las votaciones individuales computadas por su partido, Pérez Reyes se limitó a decir : “ No creo que sea necesario”.
El vocero gubernamental ofreció, asimismo, la primera explicación pública oficial de los sucesos de la madrugada del miércoles 17, diciendo que la Junta Electoral había autorizado a las Fuerzas Armadas a tomar medidas para “ mantener la paz durante el escrutinio”. La acción se debió a informes de que grupos supuestamente interesados en crear perturbaciones se proponían asaltar los centros de computación “ por lo cual los militares intervinieron”. No obstante, estar seguros de su victoria, dijo, Balaguer mantiene su compromiso de entregar el poder si los resultados finales contradicen los cómputos de su partido, aunque el Presidente considera “que está ganando”.
Los fugaces rayos de esperanza que iluminaron el oscuro panorama esa mañana quedaban así pulverizados. Nuevos elementos de confusión dominaron el ambiente, con los dos partidos proclamándose ganadores en medio de una virtual paralización de los cómputos. Los alegatos reformistas provocaron una inmediata advertencia de huelga general por la oposición, que amenazó también con desatar la “fuerza del pueblo” contra estas nuevas supuestas evidencias de fraude electoral.
En medio de la consternación producida por la repentina ofensiva reformista, Majluta fijó nuevamente la posición del PRD. “ Es obvio que hemos ganado. Nuestra victoria es abrumadora. Tenemos el respaldo de las fuerzas económicas, políticas y religiosas de la nación. Si hay un golpe o fraude electoral, responderemos con una huelga general seguida de otras medidas, de manera que cualquier gobierno basado en un fraude será derribado por la fuerza del pueblo”. Introducía un elemento nuevo en el discurso perredeísta, dirigido a neutralizar los intentos de intimidación del uso de la fuerza : “ Contamos con el apoyo del 90 al 95 por ciento de la Policía y del Ejército”.
Hablando por primera vez como “vicepresidente electo”, Majluta enumeró una serie de atropellos cometidos por las autoridades en las últimas horas. En conversación con la prensa nacional e internacional, la que hizo un amplio resumen de sus declaraciones, denunció que en Santiago, la segunda ciudad del país, dos delegados de su partido habrían sido obligados a certificar resultados falsificados dando mayoría a Balaguer. “Quiero decirle a esa persona (el Presidente) que desea convertirse en el (general Augusto) Pinochet de la República Dominicana que la República Dominicana no es Chile y que este tampoco es el Cono Sur , sino el Caribe”.
También ofreció detalles pormenorizados de la conversación sostenida nuevamente por Guzmán y el presidente Pérez de Venezuela, la segunda en dos días. Estos contactos, manifestó, no debían verse como una intervención externa en los asuntos internos dominicanos. Eran gestiones a nivel internacional que hacía el PRD para contribuir a la normalización de la situación del país. Pérez informaría a Guzmán, según Majluta, que por lo menos cinco países—Venezuela, Estados Unidos, Costa Rica, Panamá y Colombia—abogarían por una reunión del Consejo de la OEA si el confuso panorama dominicano seguía sin definirse. “Las acciones a favor de los derechos humanos en cualquier parte del mundo”, agregó, “no pueden ser consideradas como intervenciones en los asuntos internos” de los países afectados. En conclusión, el PRD estimaba que las consecuencias internacionales de un golpe o un fraude electoral se traducirían en sanciones económicas, diplomáticas y políticas muy severas contra el régimen actual. Ponía de ejemplo el caso de Venezuela, que suministraba entonces la casi totalidad de los abastecimientos petroleros dominicanos.
La falta de indicios respecto al curso de los acontecimientos, en medio de la total confusión de los últimos eventos, permitía toda clase de especulación informativa. La imaginación volaba alto en el ámbito periodístico. Un despacho de la agencia francesa fechado en Puerto Príncipe ligaba el movimiento de fuerzas navales a la crisis dominicana. La nota parecía el fruto de un experimento de laboratorio : “ Un portaaviones norteamericano se encuentra frente a las costas haitianas, según una radio de Bogotá captada hoy aquí”, decía el despacho fechado procedente de Puerto Príncipe. “ El comentarista radial se preguntó, en su emisión, si la presencia del navío de guerra—en el caso de confirmarse—era pura coincidencia con la confusa situación que existe en Santo Domingo desde el miércoles, cuando fue interrumpido el escrutinio electoral”.
Otra información de la AFP, fechada también en la capital haitiana, se refería a promesas de Cuba de cumplir con “ su deber solidario si se le pide ayuda en el marco de la crisis dominicana”, de acuerdo con una transmisión de Radio Habana.
–ooo—
A pesar del aparente estancamiento de la situación, las cosas evolucionaban de forma positiva para Guzmán. El Listín Diario, el de mayor circulación del país, publicó en su edición de la mañana del jueves 18 un comunicado suscrito por influyentes y respetadas personalidades de todas las actividades sociales, económicas , académicas y culturales de Santiago, en respaldo a los resultados de las elecciones. El comunicado llamando al “respeto a la voluntad popular” no tenía desperdicio. Era la más contundente evidencia de que los sectores más importantes de la más rica y productiva región del país, de donde procedía precisamente el candidato del PRD, no aceptaría pasivamente una alteración de los cómputos, ni mucho menos una permanencia ilegal o cuestionable de Balaguer en la Presidencia, más allá de la fecha de expiración de su tercer mandato, el 16 de agosto de 1978.
Encabezada con las firmas de monseñor Roque Adames, obispo de Santiago, la segunda diócesis del país, de don Víctor Espaillat, un respetado hombre de negocios del Cibao, y de monseñor Agripinio Núñez Collado, rector de la pujante Universidad Católica Madre y Maestra, la publicación cayó como un pedazo de plomo en el estómago en los círculos palaciegos y como una bendición del cielo en los predios del candidato opositor. Guzmán releyó una y otra vez el texto, hizo varias llamadas a Santiago, y por vez primera desde la madrugada del miércoles 17, Sonia su hija le vio sonreir. Tranquilo se acomodó en un sillón y comentó :
–¡ Que se olviden, aquí no hay nada que hacer, yo soy el presidente !
El texto de ese célebre comunicado, publicado en varios periódicos, es el siguiente : “ Nosotros, ciudadanos conscientes y preocupados por el destino de nuestro país, ante la gravedad del momento como consecuencia de la interrupción del normal desenvolvimiento del escrutinio electoral, nos vemos en la necesidad de dirigirnos a todos nuestros compatriotas con la mejor voluntad y, al mismo tiempo, con el alma llena de angustia.
1. Hubo un proceso ejemplar de preparación para las elecciones y para la votación. Tal proceso se llevó con altura, civismo y respeto. Sin duda ha sido éste uno de los mejores logros del Gobierno presidido por el doctor Joaquín Balaguer.
2. El pueblo dominicano concurrió a las urnas en forma civilizada y con una gran confianza en el respeto que se tendría al ejercicio del voto. Se notaba un espíritu de júbilo popular en el cumplimiento de un deber ciudadano.
3. Pero este mismo pueblo ha visto con estupor y pasmo como se interrumpió el escrutinio en el momento en que se advertía una notoria ventaja de un partido, atropellando los mecanismos institucionales que ha establecido el estado para garantizar el desarrollo de las elecciones.
4. Debemos, con la mejor voluntad, alertar a los responsables sobre las consecuencias de esta inexplicable acción :a) desnaturaliza y contradice los empeños democráticos demostrados por el Presidente Balaguer ;b)hiere y golpea en lo más profundo las expectativas y la fe del pueblo dominicano en la democracia, con grave daño institucional para la sociedad y el proceso de desarrollo que vive el país, c)propicia el surgimiento de la violencia y la perturbación ciudadanas. Pedimos, por tanto, a todos los responsables acatar la voluntad de este pueblo y devolver a la Junta Central Electoral el ejercicio de su libre y plena capacidad de acción.
- Llamamos a los principales responsables en la contienda electoral, a superar con patriotismo cualquier tensión y a respetarse mutuamente, reconociendo la realidad de los hechos reflejada en las urnas.
Monseñor Roque Adames, Obispo de Santiago de los Caballeros ; monseñor Agripinio Núñez Collado, Víctor M. Espaillat M., Arturo Grullón E., Nicolás A. Vargas F., Carlos A. Bermúdez, J.Armando Bermúdez (Poppy), doctor Francisco J. Thomen, Luis E. Noboa y doctor Salomón Jorge.
La reunión donde se redactó y firmó este comunicado se realizó en la residencia de monseñor Núñez Collado y de su redacción se encargaron los dos religiosos. Guzmán tuvo conocimiento del texto horas antes de que se publicara. El doctor Thomen sacó copia del texto final corregido y rápidamente lo envió a Santo Domingo con un amigo que lo entregó al candidato del PRD.
—ooo—-
Un anuncio oficial tomó de sorpresa a la población. La radio y televisión del gobierno informaron que esa noche el presidente Balaguer le hablaría al país para referirse a los más recientes acontecimientos. Las tensiones que dominaban la escena nacional estaban muy lejos, sin embargo, de disiparse. En realidad, con este anuncio la crisis sólo adquiría otros matices.