En África se dan las peores condiciones de vida del ser humano de todo el planeta. En pocas palabras es ese su presente.
El futuro de África puede llegar a ser promisorio, equivalente a decir que en algunas décadas puede revertir con profundidad ese presente.
Lo cual está directamente asociado a la institucionalidad democrática y a la transparencia en la gestión de los recursos públicos. Así como la eficiencia en cuanto a avanzar en componentes fundamentales del desarrollo como -entre otros- educación de calidad para todas y todos, salud y seguridad ciudadana. Así como la certera gestión económica cuyas fórmulas son ya ampliamente conocidas.
Cual modelo, ya la humanidad a partir de distintas naciones del orbe ha ido acumulando conocimientos y experiencias respecto a lo que ha de ser el certero funcionamiento de la gestión del Estado. En adición a lo cual se dispone de valiosos estudios internacionales, regionales o específicos de los más variados países.
Hoy se entiende muy bien que no existe el soñado camino de la revolución; sí, una efectiva evolución a partir de la cual se puede lograr en algunas décadas grandes progresos.
La más precisa forma de conocer el presente y el futuro de África es a partir del análisis de una muestra de países; pero en sentido general ya se puede adelantar que en cuanto a la dirección del Estado como un primer gran obstáculo, el predominio de los personalismos, expresión de un muy primate egoísmo; de ahí los clanes familiares y/o políticos-militares, caracterizados además por extremas formas de corrupción; en los que menos cuenta desde el Estado son las acciones asociadas al Desarrollo Humano, camino indiscutible del gran salto cualitativo y cuantitativo en la vida de las personas.
En el informe del 2022 sobre el estado de la democracia en el mundo de IDEA (International Institute for Democracy and Electoral Assistance) queda demostrado fehacientemente lo dicho sobre la democracia en África, cual gran obstáculo.
Precisamente un africano dio una trascendente lección al mundo de lo que ha de ser la negación del personalismo.
Ese africano pudo haber muerto siendo presidente de su país con el apoyo absoluto de todas y todos los africanos de las distintas etnias o de proveniencias británicas o hindúes: pero ese africano quien pudo creerse excepcional por su extraordinaria y admirada historia, se apartó de la dirección del Estado al cumplir su mandato en Sudáfrica: Nelson Mandela, modelo y ejemplo universal.
África, más allá de los personalismos, clanes familiares o político-militares, o predominios de etnias, es posible el gran salto a partir del ejemplo de Mandela también como gobernante.