Acumular los años tiene muchos encantos, y se pueden ver ramilletes de hechos que son lecciones y otros que son éxitos; usualmente las lecciones se derivan de los fracasos y los avances se desprenden de los éxitos. Todo se asemeja a un ramillete de uvas verdes y jugosas algunas nuevas y pequeñas, y otras pocas maltratadas por fracasos. Es como ver la mezcla de los que se inician en la vida política con los que han madurado; nuevos, porque no han acumulado experiencias, los otros con arrugas de preocupaciones vividas.
El encanto más relevante del envejecer es pasar de un siglo a otro, de un milenio al que se inicia; aún muchísimo más cuando además se ve cambiar de época como ahora, de la revolución industrial a la revolución digital y de la inteligencia artificial. Pasamos de un siglo, un milenio y una época. Son lógicas las turbulencias humanas, geopolíticas y de la naturaleza. Ver acumuladas las experiencias es ver el camino de la historia y el sendero del futuro. Pero las experiencias nuevas perturban a los viejos y las experiencias viejas provocan rechazo en los jóvenes. Se está en un punto de inflexión universal.
De ahí es que los envejecientes viven a veces lo que los franceses acuñaron como un “déjà vu” (es decir, algo vivido antes). Es tener la misma experiencia vivida anteriormente.
Cuando se inició el proceso democrático dominicano, tras la caída de la dictadura trujillista, los líderes Latinoamérica y liberales de Washington, encabezados por Kennedy, ofrecieron su apoyo para que Bosch lograra un régimen ético y democrático ejemplar. Pero no el “Complejo Militar Industrial” norteamericano, el cual patrocinó derrocarlo, aún sin autorizarlo Kennedy.
A un año y siete meses del derrocamiento, el 24 abril de 1965, fue restablecido el gobierno constitucional, aún con la intervención militar de EE.UU, dando lugar a una revolución. Los norteamericanos tuvieron que aceptar una salida negociada, pero con la condición dolorosa de que Bosch y su partido de entonces, el PRD, participaran en las elecciones como parte del acuerdo, o las tropas no se retirarían del territorio. Hubo que aceptarlo a sabiendas de que iba a ser “un matadero electoral”. Los yankis no iban a dejar ganar a Bosch, si contra él fue la intervención.
Los años siguientes fueron de mucha lucha para sacar del poder a Balaguer. Bosch, acompañado de varios dirigentes salió del PRD en 1973 para formar una organización de cuadros, el PLD. Esta organización sacó de la mano a Balaguer del poder. Aunque dirigentes del PLD, con poca formación política, quisieron retener el poder, provocando la división de la organización.
Abinader parece creer que fue solo fruto de esa división por lo que cayó en la silla presidencial, actúa como el que desconoce el sendero de la historia, sus hechos tan parecidos a anteriores, por lo que sentimos haberlos vivimos como un “déjà vú”. Imposible presidente Abinader, vivimos en un cambio de época, ni siquiera en una época de cambios. Ud “gobierna” en una población que no conoce, quizás por sentirse dueño como es, de sus empresas.
Es un Estado nacional que organiza una población llamada República Dominicana. El Poder reside y lo delega ese pueblo. Ud, Presidente, y su grupito de dirigentes no sigan jugando con candela.