Muchas personas que no conocen la Biblia ni el proceder de Dios para con nosotros, creen que el Padre Celestial para lograr su gran propósito aquí en la tierra usa gentes muy perfectas, gente sin pecados, superhéroes de la fe. Y no es así. Por el contrario, Dios no quiere gentes perfectas que lo sigan, Dios busca corazones arrepentidos para sanarlos. Él quiere perfeccionar a los seres imperfectos que los siguen.
Y es que nadie es perfecto, solo el Dios Todopoderoso es perfecto. La Biblia nos dice en Eclesiastés 7:20 que “no hay en la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque.” Y como todos somos pecadores, el Señor lo que hace es cambiarnos y ponernos en su orientación. Cuando llegamos a Jesús y lo asumimos como nuestro Señor y Salvador, cuando lo asumimos en nuestros corazones, somos nuevas criaturas. El apóstol Pablo lo precisa muy bien en 2 de corintios 5:17, al decir que “…por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!”

Debemos estar muy claros en que no hay nada que Dios no pueda perdonar, y no hay ninguna persona que Dios no sea capaz de usar para hacer grandes cosas, para lograr grandes y profundos cambios. Si tú crees que Dios no puede usarte, porque no eres rico o famoso, porque eres una gente sin importancia, estás equivocado. Dios nos usa a todos. Dios nos perfecciona cada día y nos puede usar par hacer grandísimas y profundas transformaciones no solo en nosotros mismos, sino en nuestras familias, en la sociedad y en la historia de la humanidad. Dios no busca gente perfecta: Dios perfecciona a los que le buscan.

En la Biblia hay muchos ejemplos de estas grandes transformaciones de Dios a personas que no creían en Él o que cometieron pecados grandes, que parecían imperdonables. Veamos el caso de Moisés, por ejemplo. A los 40 años de edad, Moisés mató a un ciudadano egipcio que maltrataba a un israelí (Hechos 7:23-25). Con temor, salió huyendo y se exilió en las tierras de Madian, lejos de Egipto. Allá lo buscó Dios y lo utilizó para libertar al pueblo de Israel del dominio de los egipcios. Dios transformó un asesino en un libertador del pueblo escogido.

Otro caso que muestra como Dios usa pecadores, es el del Rey David. Este cometió graves errores en un momento importante de su reinado. En tiempos de guerra, dejó de ir a la guerra. Luego, vio bañándose a Betsabé, la mujer de Uria, uno de sus generales que estaban en el combate, y se acostó con ella. Betsabé salió embarazada. Para corregir ese error, David hizo varias cosas, pero al final mandó a que Urías fuera colocado al frente del campo de batalla para que lo mataran. Después de todos esos errores, David pidió perdón a Dios, actuó correctamente de ahí en adelante y fue usado por Dios para grandes transformaciones, hasta el punto que David es catalogado como “un hombre conforme al corazón de Dios”.

Aunque algunos dicen que la Biblia es machista, Dios usa a muchas mujeres en el antiguo testamento para lograr hazañas muy trascendentes en favor de la fe y del pueblo de Israel. Rahab, una prostituta, fue usada por Dios para cuidar y proteger a los espías de Israel que entraron a Jericob, antes de tomar esta importante ciudad. Y la reina Esther, esposa del Rey Persa Asuero, fue usada por Dios para salvar al pueblo de Israel, cuando los persas querían invadir y desaparecer con su gran poder al pueblo escogido de Dios.

Uno de los ejemplos más impactantes de cómo Dios usa a personas simples, sin título ni grandes fortunas, es la selección que hace Jesús de sus doce discípulos, con quienes transformaría la humanidad. Esos doce hombres eran casi todos sencillos pescadores, cobradores de impuestos, guerrilleros-terroristas que querían acabar con Roma, en fin, “eran hombres comunes y corrientes”. Y con el caso de la selección de Pablo, se confirma aún más como Dios es capaz de transformarnos y usarnos para bien. Pablo era un perseguidor y asesino de los seguidores de Jesús, pero camino a Damasco, el Señor lo transformó, le dio una nueva vida, le cambió la mentalidad de odio por amor, y lo convirtió en el soporte de la internacionalización del evangelio de Jesús. Y es que Dios no busca gente perfecta: Dios perfecciona a los que le buscan.

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