Del Maestro dice el diccionario: “Persona que enseña o forma, especialmente aquella de la que se reciben enseñanzas muy valiosas”. Otra definición: “toda persona que enseña, dedica su profesión a la docencia o brinda enseñanza a través de su ejemplo de alguna forma determinada”. “En algunas religiones se identifica con el guía espiritual, y como grado mayor para figuras como Jesús, Buda, Mahoma, Confucio o Lao Tse”. En el contexto de nuestro folclórico accionar, se trata del que enseña en la escuela primaria y profesor desde cierto nivel. Se percibe a este como la causa del deterioro educativo y considero que es injusto centrarlo como “objeto único” de la culpa. A nuestros maestros toca suplir carencias familiares y ser más allá que simples transmisores de conocimientos. Un connotado rector de una de las universidades que forman maestros, me expresó que cabe un mea culpa de esos centros, acerca de la calidad en la formación de este recurso vital. Hay que mejorarlo de manera exponencial y lucen estar dispuestos. Si de buscar “culpables” de la baja calidad de la educación se trata, a mi juicio, ha sido la política y sus partidos de norte extraviado, los principales causantes del deterioro del proceso educativo y responsable mayor de la pobre calidad de la enseñanza. Con los esquemas educativos de hasta 1961, como punto de partida, baste pensar que la designación de un Ministro o Secretario de educación como “mérito” por haberse “fajado” en la campaña, como botín político, no asegura la calidad gerencial para manejar el estamento estatal con mayor número de recursos humanos de calidad, sobre el promedio de las dependencias gubernamentales, quien administra más del 20% del presupuesto nacional. El sindicato que agrupa a los maestros, ariete político de carácter gubernamental o de oposición, según el caso, ha orientado su accionar en la búsqueda de salarios más altos, reivindicando al maestro solo en lo económico. Sus métodos de “lucha” han perjudicado por lo general a estudiantes de escuelas públicas, con huelgas ilegales, si por el perjuicio que ocasionan se miden. “Enseñan” que la jerarquía administrativa es para violarla. Las cosas, como diga la ADP y no como indique el Ministerio. Hoy tenemos un Ministro de Educación, a quien no conozco, que luce comprometido en enderezar entuertos, pero con una estructura operativa de tortuoso y difícil manejo. La sociedad, que espera mucho de él, es la que se compromete poco. Es imprescindible un apoyo irrestricto del gobierno, no solamente con los recursos a los que está obligado, y un acompañamiento ciudadano más puntual hacia el sistema educativo y quienes se conviertan en líderes de la “producción” de estudiantes mejor formados, llenos de conocimientos útiles, de sentido crítico y civismo práctico, dotados del mermado orgullo patrio, como ciudadanos de primer orden, respetuosos de sus congéneres, honestos, un dominicano del futuro, de una fibra en valores y principios éticos.