La democracia, el sistema político más plural que funciona en el planeta Tierra, se ha visto “tambaleante” en los últimos años. Es lo que observa mi ojo (crítico) periodístico.
En efecto, mi condición de periodista no me permite ser indiferente ante la realidad política que, con resultados muy negativos y confusos, abate a los países de nuestra región.
Bolivia, Perú, Nicaragua, Honduras y Brasil -y no exagero si cito otras naciones que también viven momentos brumosos-, han estado en situaciones políticas peligrosas.
Sobre Nicaragua podría ser calificado como un caso “muy especial” que se torna en perjuicio de un pueblo que sufre los serios rigores de un presidente (Daniel Ortega) que con sus malas acciones ha renegado a un positivo pasado democrático y revolucionario.
Pero hace tiempo que el señor Ortega se olvidó del movimiento popular sandinista que en el verano de 1979 logró llegar al poder al derrotar, con una democrática revolución, a la dictadura de los Somoza.
Por fortuna, creo que vale proclamar ese vocablo, hemos tenido buenos momentos democráticos registrados -tras recientes elecciones presidenciales- en Chile y Colombia.
Sus protagonistas, ganadores en esas consultas electorales, Gabriel Boric y Gustavo Petro, son estelares presidentes y en sentido general cumplen para sus pueblos con las promesas que hicieron en campaña.
El pasado 30 de octubre, en las elecciones de segunda vuelta -después de unas bien reñidas votaciones en el primer tramo-, Luiz Inácio Lula da Silva se alzó con una dramática victoria.
¡La victoria que esperaba el pueblo brasileño que nunca lo abandonó en sus más aciagos momentos, incluido el que sufrió muy duro cuando estuvo en la cárcel donde purgo unos 580 días por falsas acusaciones.
Jairo Bolsonaro, representante de la ultraderecha de Brasil, ejerció la Presidencia. Y lo hizo con mano dura, pero no resolvió los más graves problemas que afectan al país gigante de Suramérica. Su pésima gestión de cuatro años, sin embargo, -y aunque tal fenómeno político parezca increíble- no afectó tanto su popularidad.
Bolsonaro tuvo amplio respaldo en las dos vueltas electorales. Pero al final, porque así lo quiso la mayoría de los brasileños, fue derrotado.
Los bolsonaristas, para emular (…) a los invasores del Congreso de Estados Unidos que intentaron impedir la juramentación del presidente Joe Biden, trataron de desconocer la victoria de Lula. Fue especie de un intento de Golpe de Estado. ¡No saben perder!
Lula da Silva, apoyado por su pueblo y la solidaridad mundial, debe actuar sin doblegarse, con firmeza…¡y no dejarse tumbar!