El 24 de abril de 1965 explotó la burbuja social que se estaba gestando en República Dominicana, desde la muerte del dictador Rafael Trujillo, en una sociedad que traía aparejada una descomunal presión, tras 30 años de ejercicio de la dictadura más sangrienta y despótica que pudiera imaginarse. El golpe de Estado al primer gobierno elegido democráticamente, tras esa misma dictadura, practicado por poderes oscuros y ocultos de la sociedad dominicana de entonces, como correa de trasmisión, para posteriores arrepentimientos tardíos. Los tontos útiles, que propiciaron y dieron valor a intereses y los miedos de fuerzas políticas de los Estados Unidos, seguidos de gobiernos y estamentos militares y policiales corrompidos hasta el tuétano, que llegaron a utilizar los aviones de la Fuerza Aérea Dominicana (FAD) para transportar un protegido contrabando y fundar las cantinas militares y policiales. Los sociólogos han tenido espacios para analizar que la transformación vivida por el pueblo dominicano, a partir de ese abril de sangre y fuego, tiene sus raíces en un sentimiento colectivo, una verdadera revolución, matizada por la intervención militar como brazo armado de la intervención política de los Estados Unidos y su manejo. Esa fecha fija un punto de inflexión nacional y aunque no hubo vencidos ni vencedores, se desató un indetenible proceso transformador, aun con muchas materias pendientes, pero con una sociedad más madura y consciente de sus propósitos y anhelos. Nos quedan muchas tareas pendientes: la educación, la salud, las desigualdades y en el tema de Haití y sus ciudadanos volcados sobre nuestro territorio, mostrando un valor local muy distinto al necesario en su propia tierra para revertir la situación de estar viviendo en el caos y la inseguridad ciudadana. Hoy 28 de abril, precisamente, se cumplen 60 años de esa ignominia, que completa la segunda intervención armada de USA en el siglo XX. 42,000 marines despachados para acá, como estrategia para finalmente desviarlos a Vietnam, verdadero propósito de tan descomunal fuerza militar. Truchimanerías gringas para engañar al crédulo pueblo americano y burlar a los que habían logrado limitar el número de soldados en la absurda guerra en ese país asiático. Balaguer resultó “electo” por decisión del poder americano, en amañadas “elecciones”, porque se sentían más cómodos con él, que, con Juan Bosch, quien en apenas 7 meses de gobierno demostró una absoluta independencia política y financiera y dio al pueblo derechos desconocidos para él, con la adelantada Constitución del ’63. Y reponer ese gobierno era el objetivo medular que impulsó la rebelión de soldados medios que tomó forma y se hizo público el 24 de abril, no como simple fecha si no la génesis de un movimiento transformador que llega hasta hoy. Lo iniciado de manera abierta en el Ensanche Isabelita, como conspiración, tomó forma uniendo la indignación colectiva y los desaciertos del gobierno del Triunvirato. Es mucha tinta la utilizada para narrar un millón de aspectos de la Revolución de Abril. Queda más por escribir de todo lo que derivó de ello y las infinitas memorias a contar por los miles de participantes directos e indirectos, muchos ya idos y otros en edad avanzada, por llevarse a la tumba sus memorias, cuyos actos de valor dan sentido a la frase del himno nacional de “salve el pueblo que intrépido y fuerte a la guerra a morir se lanzó…”.