Un golpe de Estado (del francés coup d’État), cuyo enunciado correcto es “colapso de gobierno”, es la usurpación del poder vigente, violando y vulnerando la legalidad institucional en un estado, por parte de un grupo de personas, generalmente fuerzas armadas sublevadas o sectores descontentos de la sociedad.

Así reza el significado para el término en la enciclopedia libre Wikipedia, y nada más cercano a la descripción de lo acontecido en nuestro país el 25 de septiembre del 1963. Pasado mañana se cumplen 61 años de esa asonada, de nefastas consecuencias, de despropósitos contra la incipiente democracia. Se materializó la muerte del primer intento democrático después de la dictadura de Rafael L. Trujillo. Juan Bosch había ganado las elecciones celebradas el 20/12/1962, como candidato del Partido Revolucionario Dominicano, fundado con el mismo en el exilio, en 1939. Sus principales contendores fueron Viriato A. Fiallo y Virgilio Maynardi Reyna. Bosch obtuvo el 58.7% de los votos y juró como presidente el 27 de febrero de 1963, dando inicio a un régimen de libertades públicas y participación ciudadana, no disfrutado por los dominicanos durante lustros, pero que duró escasos 7 meses. Gracias a una aplastante mayoría congresual, se promulgó una Constitución de carácter liberal con esquemas que desbordaban la concepción de democracia y libertad que los dominicanos teníamos entonces. La conspiración para deponer a ese gobierno comenzó con su aplastante victoria electoral. La masacre de Palma Sola, el 28 de diciembre del 1962, adonde fue asesinado el Gral. Miguel Ángel Rodríguez Reyes, posible Secretario de las Fuerzas Armadas, fue el primer acto de esa conspiración. . Se aglutinaron defensores de los poderosos intereses americanos, con empresarios, miembros prominentes de la Iglesia Católica, terratenientes y segmentos de la extrema derecha con raíces trujillistas y validaron la idea de que el gobierno de Bosch era una “amenaza comunista”. Había sentenciado Bosch en su discurso de toma de poder: “Mientras seamos gobierno, la libertad no perecerá en la RD”. El 20 de septiembre, sectores empresariales llamaron a una huelga nacional que paralizó el país por 2 días, que funcionó como una señal para que llevaran a vías de hecho, los planes que se habían preparado desde la elección democrática del año anterior. Dos consecuencias trágicas produjeron aquella acción: el alzamiento guerrillero de Las Manaclas, y la guerra fratricida del 24 de abril del 1965, ambos con su secuela de traumas, sangre y dolor para la sociedad dominicana. No existe solo negro y blanco, sino que concurren infinitos tonos de grises entre ambos y la historia dominicana apenas registra los eventos más relevantes. Dentro de ellos, hay millones de historias personales y de grupo, que solo conocen sus protagonistas, y se las llevan con ellos a la tumba. El arrepentimiento de los actores que hicieron posible aquella traición a la patria se materializó muy tarde, si acaso, de aquella conspiración perversa. Las consecuencias se sintieron en lo inmediato y lo que fue el primer intento democrático tras la muerte de Trujillo, se convirtió en la continuación de métodos que había impuesto la dictadura. Ese golpe fue diseñado y ejecutado por las fuerzas oscuras de los intereses de los Estados Unidos, con complicidad de criollos, en medio del fantasma de Fidel Castro y la exportación de su “Revolución cubana”. Un ejercicio de imaginación nos lleva a pensar, que sería de la RD hoy, si ese golpe de estado no se hubiera materializado entonces y hubiéramos podido entrar mas temprano a la vida democrática sin la sangre que la ha teñido desde que superamos la dictadura en el 1961.

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