Todos sabemos que Maikel Franco tiene el talento para dar 30 cuadrangulares en las Grandes Ligas. Posee la fuerza para sacarla en cualquier parque. Ni hablar de su estadio, el Citizens Bank Park de Filadelfia, un paraíso para batear.
Pero, no solo del poder vive un pelotero. Mucho menos en estos tiempos en los que tantas estadísticas de nueva generación apuntan hacia la valía de embasarse más y, siguiendo los pasos de la canción aquella, poncharse menos.
Uno de los problemas del pelotero joven con el potencial para los cuadrangulares, y que recibe elogios por ese despliegue tan apetecido, es que tiende a dejarse dominar por esos momentos en los que manda la pelota lejos y asume que lo puede hacer en cada turno.
Craso error.
Lo ideal es pensar en buenos contactos, esos que permiten que los jonrones caigan por su cuenta, mientras se convierten en bateadores peligrosos porque no siempre halan la pelota, tratan de utilizar todo el terreno y, no menos importante, saben coger bases por bolas.
Franco viene de pegar 25 cuadrangulares en la pasada contienda en 630 apariciones con los Filis. No está mal para su primer año completo.
No obstante, tuvo 106 ponches y apenas 40 bases por bolas. Su promedio de bateo fue de .255 y el porcentaje de embasarse de .306. Esos indicadores necesitan un arreglo. Si su deseo es convertirse en un pelotero de mayor nivel debe aumentar las transferencias.
No es fácil dar 30 o más jonrones y poncharse menos de 100 ocasiones. Pero acercarse a las 80 bases por bolas contrarresta las veces que se abanica.
Franco tiene el poder. Necesita administrarlo mejor.